La filósofa española Elsa Punset dice que sólo podremos manejar nuestras emociones si entendemos que hay que alimentarlas, desarrollarlas y cuidarlas como se cuida y alimenta al cuerpo …

 

¿Qué significa gestionar las emociones?

Mi trabajo está basado en la inteligencia emocional. Ésa es la corriente en la que me inscribo dentro del universo de la psicología. La inteligencia emocional parte de la certeza –certeza científica– de que las personas son capaces de manejar sus emociones. Las emociones no son innatas ni es algo que nos ocurre a pesar nuestro. Hay que tener en cuenta que, hasta hace poco tiempo, se suponía que nuestro cerebro era una estructura inmutable a partir de cierta edad. Pero ahora –gracias a una serie de nuevos estudios sobre plasticidad cerebral– sabemos que tenemos la posibilidad de gestionar las emociones y de tener un impacto fisiológico sobre las estructuras del cerebro a cualquier edad.

¿Cómo se traduce esa evolución en nuestra vida diaria?

Le devuelve a la gente muchísima capacidad de decisión y de libertad en sus vidas. La inteligencia emocional nos enseña cómo ser dueños y no rehenes de nuestras emociones.

¿Esto se aprende?

¡Claro que se aprende! Y cuanto antes mejor.

¿Cómo se logra?

Hay cuatro grandes ámbitos de trabajo. El primero es que se conozcan por dentro y pongan nombre a las emociones que sienten; el segundo es que sepan expresar esas emociones; el tercero, que desarrollen sus capacidades de empatía para comprender las emociones de los demás. Los seres humanos nacemos con esta capacidad extraordinaria de ponernos en el lugar del otro, no sólo intelectualmente, sino también físicamente. La empatía se mide en forma física. Por último tratamos de enseñar a los niños a relacionarse con los demás, a expresarse, a tomar decisiones en forma responsable, a expresar la ira… En una palabra, a navegar por sus emociones en forma deliberada y consciente.

¿Por qué enseñar esos métodos que, en principio, son innatos?

Porque poco a poco hemos perdido este lenguaje universal y básico que son las emociones. Durante mucho tiempo se pensó que todos no teníamos las mismas emociones. Ahora sabemos que sí las tenemos, pero que la forma de expresarlas es diferente. Es el único lenguaje universal y básico que posee el ser humano. No nos enseñaban a hablarlo ni a averiguar qué nos pasaba por dentro. El gran cambio del siglo XXI va a ser comprender qué nos pasa por dentro y aprender a manejarlo. Las emociones siempre han sido un agujero negro en el que la ciencia no ha podido entrar, la gente se ha guiado por el sentido común y ahora sabemos que el sentido común se puede equivocar.

¿Esto marca un cambio radical con respecto a la educación, que estaba dirigida –por decirlo simplemente– a la esfera cerebral?

Estaba dirigida al conocimiento; la esfera cerebral es todo. Otro de los grandes errores, hasta ahora, era pensar que emoción y razón eran antagónicos. Sin embargo, el órgano de las emociones es el cerebro. El ser humano tiene un cerebro emocional. Se trata de reconocer que no se puede educar sólo una parte del cerebro. Aprender a comportarse, a comprender y a sentir las emociones positivas, y rechazar las negativas puede cambiar físicamente la estructura del cerebro.

¿Por qué la escuela nunca se ocupó de esa enseñanza?

La escuela se inventó en la Revolución Industrial para enseñar a la gente a leer y escribir a fin de integrarla a un sistema social de producción y consumo. Ese mundo ya no es el que tenemos en la actualidad. Ahora, además de enseñarle las letras y los números, se trata de alfabetizarla emocionalmente. Muchos países occidentales están reconsiderando los sistemas educativos vigentes y han puesto en marcha programas para llevar a cabo ese cambio. Algunos van más rápido que otros, pero todos son conscientes de la importancia que tiene aprender a conocerse a uno mismo.

Usted dice que hay que aprender a gestionar las emociones negativas. ¿La gente temía a esas emociones o era incapaz de manejarlas?

Ha sido un error dividir las emociones en positivas y negativas. Es un gran revelador de cómo reaccionamos frente a las emociones. Las emociones no son positivas ni negativas: son útiles o son perjudiciales. Tenemos que empezar a designar esas categorías de la manera correcta. La ira puede ser el germen de la justicia social y la tristeza es una emoción por la que transitamos todos de forma regular. Aun los más felices de nosotros atravesamos procesos de tristeza porque se nos muere un abuelo o porque debemos cambiar de ciudad y perdemos a los amigos.

¿Por qué la gente rehúye o estigmatiza la tristeza?

Solemos huir de la tristeza y, sin embargo, gracias a ella sabemos que algo va mal. No podemos tolerarla porque vivimos en una sociedad que realmente hace un culto de la distracción. Es un poco la sociedad de la “emoción basura”, de la emoción de consumo rápido. Para comprender la importancia de este fenómeno, hay que saber cómo funciona el cerebro: si uno bombardea el cerebro con emociones fáciles que activan los centros del placer, esto se vuelve adictivo. Los seres humanos tenemos un cerebro adictivo: cada vez necesitamos más de lo mismo para sentir el mismo nivel de placer. Se ha querido negar que hay emociones que forman parte de nuestro ser y se ha querido potenciar otras emociones fáciles, llamativas, que activaban todos estos centros de placer del cerebro y que inducen a un consumo emocional desaforado.

¿Cuáles son las manifestaciones más visibles de ese fenómeno?

Las cifras de enfermedad mental, que son cada día más preocupantes. La Organización Mundial de la Salud (OMS), el Ministerio de Salud en España y todos los organismos internacionales están advirtiendo que en 2020 va a haber un 20% de la población con enfermedades mentales discapacitantes. Muchas son de origen emocional. Hoy hay muchas personas que se sienten infelices. Hasta ahora creíamos que, si se colmaban las necesidades físicas y materiales, no había nada más que pedir. Por un lado, fue quizás una visión ingenua. Por otra parte, fue interesada. A un mercado de consumo le interesaba que fuera de esa manera, pero los seres humanos no somos así.

¿Cómo es ahora?

El gran cambio consiste en que ahora se admite que las emociones son como el cuerpo, al que es preciso cuidar, desarrollar, atender, comprender y mimar durante toda la vida. Si uno se alimenta de comida basura, si no hace ejercicio, termina con el cuerpo machacado.

¿Lo mismo pasa con las emociones, entonces?

En un mundo en el que la gente vivía menos y con estructuras sociales y religiosas muy fuertes, esas cosas importaban menos. La gente ocupaba el lugar que le decían que debía ocupar y se acababa la cosa. Me infunde mucha esperanza ver que la gente toma su vida en sus manos y sabe que puede cambiar a cualquier edad. Para transformar, sólo es necesario comprender. Hay formas de comprender que son mucho más sencillas de lo que nos habían dicho. No vivimos negados para la eternidad. Si uno cambia su comportamiento, es posible modificar hasta las estructuras físicas del cerebro. Trabajar sobre uno mismo tiene un impacto muy fuerte. Cada uno tiene que encontrar su camino. Es sano que la gente pida ayuda.

Usted cita el caso de una científica india que se asombraba por la capacidad occidental de “cauterizar” la vida y vaciarla de contenido.

Una pedagoga india me dijo en un momento que “a los occidentales los entierran a los 80 años, pero se mueren a los 20”. La frase es muy dura, pero tiene algo de razón porque creíamos que el cerebro dejaba de cambiar a partir de los 20 años, que era el final del desarrollo cerebral.

¿No es verdad que en las sociedades modernas la gente está anestesiada a partir de cierta edad?

Éste es un tema que me disgusta, pues existe una verdadera discriminación por la edad. El cerebro funciona sobre la base de una serie de reacciones automáticas. No está programado para ser feliz, sino para sobrevivir. Una de sus mayores preocupaciones es encontrar seguridad. Entonces, para sentirse seguro en un mundo muy inseguro y fluido, opta por dividir el mundo en forma binaria: “buenos” y “malos”, “propio” y “ajeno”, “amistoso” y “peligroso”, etcétera. Luego tenemos mecanismos de autojustificación que nos permiten maltratar a determinados grupos. Uno de los elementos que utilizamos para dividir en “buenos” y “malos” es la edad. Me asombra la importancia que le atribuye esta sociedad a la edad y la forma en que se la utiliza como arma para decirle a la gente cómo debe vivir y hasta donde puede llegar en función de su edad.

Antes se hacía en función del género.

Eso, afortunadamente, está desapareciendo, según los países, pero ahora se hace en función de la edad. Jubilamos a la gente en forma cada vez más prematura. En una sociedad que consume emociones primitivas, instintivas y poco elaboradas, se prima la belleza física, la fertilidad, la juventud, pero sin pensar qué valor está añadiendo esa juventud.

Usted dice que es preciso no sólo recuperar las emociones, sino también la razón.

Sí. Una civilización más avanzada es la que consigue la simbiosis entre razón y emoción, y la que aprende a gestionar la emoción. Nunca se dice –pero es fundamental– que evolutivamente, así como ha crecido la parte más racional del cerebro, también creció la parte emocional de los humanos. Ambas están totalmente unidas. Ahora tenemos que aprender a bucear en el cerebro para descubrir qué hay en esa caja negra. Nuestra misión se reduce, acaso, a enseñar a las personas a saber manejar ese tesoro que tienen adentro.

 

Entrevista tomada de www.sophiaonline.com.ar

 

 

 

La culpa: Una pelea con uno mismo.

No hacen falta palabras para definir la culpa, cualquiera de nosotros conoce el malestar interno que sentimos cuando ese sentimiento nos invade. Es sumamente displacentero, sin embargo no logramos liberarnos fácilmente de él, sólo atinamos a explicar las “razones” que nos hacen sentir en pelea con nosotros mismos. La culpa es, justamente, un estado de pelea  entre el que somos y la idea que tenemos de cómo deberíamos ser. Nos negamos a aceptar que somos como somos. Pelear para dejar de ser quienes somos y lograr ser lo que “deberíamos” es una batalla perdida de antemano que consume nuestra energía y nos conduce a la amargura.

Aceptar amorosamente que somos quienes somos es un requisito indispensable para que la culpa se diluya. Esto no quiere decir que las cosas no puedan cambiar y que no podamos adquirir una visión mas clara  y mejorar nuestra situación, lo que estoy tratando de decir es que no lo lograremos por el camino de la culpa y el reproche.

Recuerdo el caso de Roberto, dueño de una pequeña  empresa en Argentina. En el último vuelco grave de la economía del país, la empresa quedó sin trabajo y luego de varios intentos lo más aconsejable parecía cerrarla. Cuando la propia realidad acorraló a Roberto tomó la dura y costosa decisión. Todo quedó en orden pero Roberto se encontró sin trabajo, con pocos ahorros y con más de cuarenta años.

Ana su mujer era una profesional independiente que trabajaba colaborando significativamente con la economía familiar aunque nunca había sido el principal sostén. De golpe los roles se invirtieron y la mujer pasó a ser la proveedora de la casa mientras Roberto trataba de reacomodarse para ver qué rumbo tomar. Ninguno de los dos estaba acostumbrado a esta situación.

Ana enfrentó el desafío aunque sentía el peso de un lugar en el que nunca había estado: tener la carga económica sobre sus hombros. Roberto se sentía oprimido por la culpa de no ser “suficiente” volviéndose ultra sensible. Esta situación no tardó en repercutir en la pareja.  Cuando Ana se mostraba cansada él  interpretaba el hecho como un reproche hacia su “ineptitud”. Las discusiones iban en aumento mientras que los ahorros decrecían. Cuando  Roberto acudió a mi consultorio se había metido hacia adentro y se alejaba del mundo, en un momento en que necesitaba justo lo contrario. Estaba tomado por la depresión y virtualmente paralizado.

Llegó con el razonamiento obvio: “Cómo no voy a estar así con lo que me sucedió”. Comprendí su sufrimiento, su tristeza, pero fuimos develando poco a poco la manera en que la culpa complica las cosas ya que lo que convierte la tristeza en depresión es la sensación de fondo de que “es culpa mía lo que sucede” y si bien Roberto por afuera responsabilizaba a la marcha de la economía, por dentro se culpaba de no haber “hecho lo suficiente”.

Indagando en su historia resultó ser este un viejo dolor, al ser el hermano del medio entre dos hermanos sobresalientes donde su padre le marcaba que nunca estaba a la altura de las circunstancias. “No hiciste lo suficiente” era el guión de su película, el telón de fondo de todos los actos de su vida. Trabajamos para deshacer esa idea ya que lo que agregaba un sufrimiento insoportable a la situación triste era la culpa generada por esa creencia forjada en su infancia.
Fuimos trabajando para que aceptara que él, como todos, era como era y desprenderse de esta culposa idea de “no ser suficiente”. Finalmente Roberto, con su tristeza a cuestas se atrevió a iniciar una nueva actividad, deseada desde hace mucho tiempo. Nunca hubiera dejado su empresa y dado este salto de no mediar esta “circunstancia desgraciada”. Hoy poco a poco está creciendo económicamente y desde ya los problemas de pareja han quedado en el pasado.

Las semillas de la culpa

Las semillas de la culpa surgen  en nuestra niñez cuando nuestros padres, en mayor o menor medida y con las mejores intenciones, no nos validan tal cual somos. Allí vamos construyendo la idea de que está mal ser como somos y comenzamos a embarcarnos en ser otros, esto es, acercarnos a aquel que nuestros padres dicen que debemos ser.
Un ejemplo sencillo y conocido es cuando el niño varón es sorprendido llorando y el padre le advierte: “Los hombres no lloran”. En esta situación, sin advertirlo, el niño saca sus primeras conclusiones: “Está mal llorar, está mal lo que siento”. A partir de allí cada vez que llore se sentirá culpable de no responder a esa idea.

El problema radica en que no nos damos cuenta que la frase: “Los hombres no lloran”, es solo una idea; la sentimos como una “realidad”, entonces en lugar de aceptar lo que nos pasa (que lloramos) nos imponemos aceptar como “realidad” la idea que los hombres no lloran, y cada vez que un hombre tiene ganas de llorar se siente culpable. Así nos van introduciendo las ideas de cómo debemos ser. Tenemos una construcción mental completa de lo que está bien pero como la única realidad es que somos como somos, nos llenamos de reproches y terminamos enojados con nosotros mismos por no ser como nuestro sistema de ideas lo indica. No importa cuan ideal y “bueno” sea el modelo que tengamos, lo que importa es que no somos ese modelo y todo el aliento o los castigos contra nosotros mismos están destinadas al fracaso y a sumirnos en la amargura y la depresión.

Las ideas que adquirimos en la relación con nuestros padres se ven  aumentadas por lo que la sociedad nos indica como lo bueno y debido. Como en el caso de Roberto la sociedad suele adjudicar al hombre el papel de proveedor y cuando no lo cumple “como se debe” no es suficientemente hombre.
Por todos lados directa o sutilmente nos dicen que es lo que se espera de nosotros y cuando encontramos que nuestra vida no coincide con esas expectativas intentamos “cambiarla” para que se amolde a lo que se espera y cuando fracasamos nos sentimos culpables.

No se trata que esté mal tener ideas de lo que queremos ser o hacer, sino de lo que hacemos cuando nuestra vida no coincide con nuestras ideas.

La propuesta es aceptar  lo que sucede, soltar el ideal y ocuparnos amorosamente, sin recriminaciones ni culpas de lo que haremos a partir  de lo que hay. La situación en que nos encontramos puede gustarnos o no, pero es lo que hay y sólo podemos construir a partir de lo que hay y lo que hay es mucho más sólido que cualquier idea brillante de lo que debería ser.

El juez interno.

Los efectos de la culpa son interminables, es como si lleváramos un juez interno que cada vez que nos apartamos del modelo nos murmura al oído sus acusaciones. Bastaría convertirnos en observadores de nosotros mismos para notar la manera en que, directa o indirectamente, nos enjuiciamos y lo notable es que nos parece que este juez interno nos guía por el camino del bien, cuando en realidad sólo nos perjudica.

No queremos desprendernos de nuestras ideas. Esas inútiles tablas del bien y del mal, nos parecen más sólidas que nuestra realidad. Sin embargo le damos cabida permanentemente a nuestro juez interno porque creemos que nos ayuda. Un claro ejemplo de su inutilidad es el caso del alcohólico. Es harto sabido que el alcohólico no sale de su condición porque su juez interno o todos los jueces del mundo lo culpen, lo denigren y le digan que está mal tomar, sólo puede aspirar a salir cuando reconoce y acepta amorosamente su estado y aún así, tal cual es, se considera querible y digno de ayudarse y de recibir ayuda, o sea al revés de lo que su juez interno le dice: sos indigno, así nadie te quiere. El juicio nubla el entendimiento. Cuando se suspenden los juicios hay lugar para el amoroso interés y empezamos a entender verdaderamente el origen de nuestro comportamiento.

Cuando ponemos afuera el juez interno.
No siempre reconocemos que somos los generadores de nuestras propias culpas. Muchas veces le recriminamos al otro que “nos hace sentir culpable”. Esa situación no podría existir a menos que alguna parte nuestra comparta la acusación.

Me viene a la memoria mi propio caso. Antes de tener mis hijos me fui formando como terapeuta en Estados Unidos. Cuando me casé interrumpí mi formación hasta que mi hijo menor tuvo cuatro años. Cuando retomé para asistir a cursos cortos, mi mamá me preguntaba “inocentemente” si era realmente “necesario” que yo viajara y cuando me veía perseverante aumentaba la apuesta aclarando que si el avión se caía mis hijos quedarían sin madre. Por supuesto me enojaba muchísimo con mi mamá pero viajaba igualmente. Cuando llegaba a Estados Unidos la culpa comenzaba a hacer su trabajo y ningún curso me parecía lo suficientemente bueno para justificar mi “herejía”.

Poco a poco me di cuenta que eran mis propias ideas sobre lo que debía hacer que estaban interfiriendo y no me dejaban apreciar lo que cada curso tenía para darme. Era cierto que mi mamá me reprochaba, pero también era cierto yo misma me identificaba con ese reproche.

Ablandando al juez.
Seguí viajando  porque así lo necesitaba, por otro lado mis hijos no presentaban síntoma alguno y mi marido me alentaba. Cuando volvía me sentía satisfecha, llena de amor y el contacto con mis hijos era inmejorable, sin embargo cuando estaba allá seguía sintiendo cierta culpa. El trabajo para disolverla fue observar los pensamientos, las ideas, las frases que me invadían cuando la culpa me tomaba: “Deberías estar en tu casa”, “Una buena madre no deja a sus hijos de esta manera” etc. etc.  Al principio uno se deja tomar totalmente por la idea y dice “en realidad debería” estar en mi casa, luego me dediqué  a observar que era sólo una idea, no una realidad y no tenía porqué responder a ella, es más, si me hubiera forzado a ajustarme a ese pensamiento hubiera perdido cosas que eran muy importantes para mí, con lo cual la situación no hubiera tenido nada de ideal.
Debo admitir que es muy difícil liberarse de esos pensamientos que adquirimos muy tempranamente, pero el trabajo es desidentificarse y  observar que son sólo ideas y no realidades, entonces pierden la mayor parte de su fuerza, permanecen “en off” y no consiguen obstaculizar nuestro camino. La idea queda a un costado cuando nosotros podemos recuperar nuestro centro.

Cuando los otros me exigen
Como también lo cita Jorge Bucay en su libro “De la Autoestima al Egoísmo”, detrás de todo culposo hay un exigente y esa parte nuestra es el juez interno que nos exige ser de una determinada manera.
Pero no siempre reconocemos que tenemos el juez adentro, gran parte de las veces lo ponemos afuera y vemos exigencias donde no las hay o damos cabida a exigencias de otros que podríamos descartar.

María me relataba como Juan, su marido, era un campeón entreteniendo a sus hijos y  no perdía ocasión de hacérselo notar. “En el mar Juan se llevó a los niños al agua a jugar justo cuando yo me tiendo a tomar sol. Al volver dice: Tendrías que haber estado, nos divertimos a lo grande . En esas condiciones pierdo todo el placer de unos de mis momentos favoritos. Siempre se repiten escenas de este tipo y yo me lleno de bronca”.

Más allá que trabajamos con Juan las razones que lo llevaban a tener esas expresiones de reproche, lo que apareció claramente fue que los reproches del marido calaban hondo porque en  ella estaba la idea de que no era tan ocurrente y divertida como su marido, que no puede jugar en la computadora como él lo hace, que es una madre aburrida y cosas por el estilo. A lo largo de la terapia María pudo liberarse de la exigencia de ser la madre que no era y apreciar sus aspectos solícitos y cariñosos que estaban ocultos detrás de la crítica. Finalmente pudo disfrutar de sus baños de sol e inclusive ponerle límites – sin culpa- cuando Juan intentaba convertirla en una madre divertida.

Liberándonos de la culpa.

La culpa es un sentimiento inútil y perjudicial que socava nuestra estima recordándonos en todo momento que está mal ser como somos. De esta manera un gusto amargo impregna a nuestras relaciones y cuando la culpa es intensa puede impregnar a toda nuestra vida.

Cómo dice John Welwood, la base del sufrimiento humano es el enjuiciamiento. Cuando un problema nos invade observemos la manera en que nos enjuiciamos y trabajemos para aflojar el juicio aceptando que somos imperfectos y ser como somos no está ni bien ni mal, simplemente es lo que hay y, como dijimos, sólo podemos construir a partir de lo que hay. Más allá de lo que se piensa, hacemos lo que podemos. El impulso a ser como somos es más fuerte que cualquier idea. Podemos aceptarlo o sentirnos culpables y vivir en pelea, pero siempre vamos a ser como somos. Esto no quiere decir que no podemos evolucionar, crecer, sentirnos mejor, pero nunca lo haremos prestando atención a ese juez que nos muestra cuán incapaces somos. Ese juez sólo nos conduce a la impotencia. Cuando nos aceptamos de corazón en toda nuestra imperfección y vulnerabilidad, y no peleamos por cambiar, el amor y la compasión crece en nosotros, entonces el cambio se produce.

RECOMENDACIONES PARA “LIBERÁNDONOS DE LA CULPA”
La lista de lo debido:

-Buscá un momento libre de ocupaciones en un ambiente tranquilo fuera del diario trajinar.
-Conectate con todos los aspectos que te disgustan de vos mismo.
-En correspondencia con esos aspectos hacé una lista de tres columnas encabezando cada columna respectivamente con la siguientes palabras:
Columna 1: Debo
Columna 2: Quiero
Columna 3: Puedo

Para la Columna 1 procurá conectarte con todo lo que deberías cambiar y las frases que te decís para lograrlo. Aparecerán debajo del “Debo” todas las ideas de “lo que está bien”. Aquí figurarán  todos los argumentos del juez interno.

En correspondencia con el comportamiento de  cada “Debo” de la Columna 1, observá qué te sentís impulsado a hacer y anotalo al mismo nivel en la Columna 2.

Finalmente en la Columna 3 anotá lo que podés y realmente hacés para cada caso.
Por ejemplo:     Debería hacer una dieta estricta y bajar diez kilos.
Quiero comer a toda hora.
Puedo hacer una dieta moderada que salteo de vez en cuando

Agrandá tu lista a lo largo del tiempo.
Leéla una y otra vez. Quizás la columna del “Puedo” no te guste del todo, sin embargo es lo único real.

La primera columna la conocimos desde siempre y no fue ni es de ninguna utilidad, salvo la autotortura. Siempre terminamos en la tercer columna. Descartemos la columna del “Debo”, aceptemos amorosamente cada “Puedo”. Quitémosle al juez sus argumentos y allí empezará otra historia.

En busca del juez inteno
Otro ejercicio consiste en identificar cotidianamente, cuándo me estoy enjuiciando y cambiar el juicio por amorosas preguntas. Por ejemplo: Cuando me descubro diciendo “Qué tonta que fui” podría cambiarlo por “¿Qué me habrá llevado a comportarme de esa manera?”. Aquí no sólo nos estamos dejando de juzgar sino que estamos cultivando el interés en nosotros mismos. Siempre descubriremos que los comportamientos más “tontos” tienen su inteligencia, para algo nos sirven o nos sirvieron el pasado.

No siempre los juicios son tan evidentes, hay cientos de juicios que se esconden detrás de frases como: “Tendría que haber hecho tal cosa” “Si hubiera o hubiese…” etc, etc

Tampoco nos enojemos porque nos enjuiciamos, de lo contrario estaríamos renovando el círculo vicioso diciendo “Que tonta, cómo me enjuicio”.
Solo observemos nuestros mecanismos. La sola observación los hace aparecer simplemente como son: Tan sólo ideas.

 

Por la Lic. Silvia Salinas, en www.silviasalinas.com.ar

 

 

 

A una pareja adecuada se llega luego de haber recorrido un camino. Cada paso de ese camino deja una enseñanza, un peldaño indispensable para llegar al final de la escalera. Así, cada relación, por más inadecuada que nos parezca, aumenta nuestro saber. Si aceptamos los distintos aprendizajes como una travesía necesaria llegaremos al punto donde nuestro corazón y nuestra cabeza se unen en la elección de lo que realmente necesitamos. Dejemos que este testimonio nos ayude a entender de que estamos hablando:

«Me llamo Claudia, me casé a los veinte años formando la “pareja perfecta”, sobre todo desde la mirada de nuestras familias: Yo, una estudiante de Diseño del Paisaje, bonita, sin relaciones amorosas importantes hasta el momento, ni siquiera había tenido mi primera relación sexual. Ricardo un brillante médico recién recibido, con familia de buena posición ycon todo el porvenir por delante. Desde el comienzo rebalsábamos de proyectos: Viajes, automóviles, una casa, etc. Al poco tiempo me había transformado de la desorganizada Claudia que era, en la ejecutora de todos los proyectos al punto de dirigir personalmente con acierto hasta la construcción de nuestra casa. Jamás hubiera pensado que podía moverme tan diestramente. La situación me encandilaba. Sin embargo, “la sombra” aparecía en los momentos de intimidad. Cuando la excitación de los proyectos cesaba y simplemente nos tocaba estar juntos, alma con alma, sin hacer nada, aparecía un velo de aburrimiento donde el punto máximo se expresaba en mi dificultad para gozar en las relaciones sexuales. Este velo se fue transformando en una densa niebla y cuando comenzaron los reproches, se hizo evidente la oculta distancia que había entre nosotros. Todos los proyectos que nos entusiasmaban se fueron transformando en una cáscara vacía y los conflictos no tardaron en corroer la relación. Mi entusiasmo cesó por completo, no conseguía sentirme atraída por Ricardo y cuando nos separamos creía ser sexualmente frígida. En medio de mi sufrimiento y con la idea, no voy a poder sentir, casi casualmente conocí a Eduardo. La atracción física fue sorprendente e inexplicable, sobre todo para mí que finalmente descubrí lo que significaba disfrutar sexualmente. La idea que no podía sentir voló en mil pedazos.

Para mi sorpresa aparece el compromiso mutuo, una buena sexualidad, y una confianza interna que Ricardo no había conseguido despertar en mí. Eduardo estaba permanentemente pendiente de cada necesidad mía. Sentía que la sangre me hervía. Sin embargo “la sombra” reinaba nuevamente: Él era casado. Con el tiempo esta relación pasó de apasionada a tumultuosa. La posesividad de Eduardo, que al principio me gustaba, con el tiempo comenzó a ahogarme. Por otro lado él soportaba cada vez menos la separación de su estructura familiar. En ese momento procuré una ayuda terapéutica, desesperada por la noticia reciente que él visitaba en secreto a su ex esposa. Cuando la situación mostró que Eduardo no daría el paso hacia la consolidación de nuestra pareja, mi terapeuta me ayudó a terminar la relación. Dolorosamente me retiré con una nueva idea: no voy a poder volver a confiar. A los treinta años me rondaba la sensación que el amor no era para mí y me dediqué de lleno a mi profesión al punto de convertirme en una paisajista requerida para el diseño de todos los espacios verdes importantes.

Entregada a mi trabajo y a la feliz relación con mis sobrinos, solo tenía las relaciones ocasionales que mi cerrado corazón me permitía. Un día me encuentro con Fernando, un viejo amigo de mis primeros años de escuela secundaria. Tras los recuerdos obligados Fernando me cuenta sus desencuentros amorosos ya que había pasado por varias rupturas para encontrarse finalmente divorciado y con un hijo de seis años. No puedo explicar lo que pasó, no fue un amor súbito, quizás fueron nuestros dolores los que nos unieron, pero lo cierto es que el amor fue creciendo. Hoy estoy feliz, embarazada y fuertemente unida a Fernando. Hasta que el amor con Fernando floreciera, tenía la sensación de haber sido una víctima de mis parejas. Con Ricardo fue, “no soy capaz de sentir la pasión”, con Eduardo se convirtió en “solo me deja el lugar de amante y luego me traiciona”. De no haber mediado la amistad previa con Fernando y su amoroso trabajo por reabrirme al amor la amargura me hubiera tomado totalmente y el amor no hubiera llegado. Hoy, desde mi felicidad, descubro la cara ignorada de mis relaciones anteriores, descubro que no estuvieron hechas únicamente de desencuentros y amarguras, sino que fueron los peldaños que me prepararon para mi actual pareja. Por eso finalmente puedo reconocer y lamentar los desencuentros y agradecer lo que cada uno me dejó.

Así descubrí que en la relación con Ricardo aprendí a organizarme, tanto en mi trabajo como en mi casa y llevar una vida de familia que jamás había experimentado en mi infancia. Eduardo me ayudó a liberarme del fantasma de mi sexualidad “inadecuada” . Cuando estaba junto a él, piel con piel, sentía que “chocaban los planetas”, pero también había disfrutado con Ricardo de la sensación de hogar y familia que con Eduardo no pudo ser. Finalmente llegó a mi vida Fernando, ambos sabemos lo que necesitamos, somos capaces de dejar el mundo externo fuera de nuestro dormitorio y permitir que ambos cuerpos se vayan encontrando. De la misma manera, trabajamos cotidianamente para hacer crecer nuestro pequeño mundo y para enfrentar ese mundo externo que cada día nos presenta».

No hay mapas para ir al encuentro del amor. Elegí el testimonio de esta paciente porque revela algunos “ingredientes” sin los cuales se hace difícil una relación duradera. Por un lado necesitamos indispensablemente que el otro despierte lo que llamamos el amor incondicional. El amor incondicional está presente en el encuentro de almas, la atracción, las ganas de estar juntos. No se puede explicar, es ese bienestar, esa alegría del corazón que sentimos por el sólo hecho que el otro esté cerca. Cuando esa llama arde nos sentimos en las nubes.Sin embargo no somos puro corazón, no siempre podemos estar en las nubes, también vivimos en forma terrenal, tenemos necesidades, gustos, cautelas y preocupaciones que influyen en la relación, o sea que también necesitamos que el otro encaje en nuestras preferencias. Este aspecto lo denominamos amor condicional, son las condiciones que imponen nuestras necesidades, y resulta difícil ignorarlas por completo. Al respecto alguna vez escuché: Un pez y un pájaro se pueden enamorar, pero ¿donde van a vivir?. Estos dos aspectos del amor, la incondicionalidad con que dos almas se encuentran, y la condicionalidad de nuestros gustos y preferencias necesitan estar presentes para que la pareja dure.

Al elegir una pareja, en primer lugar tenemos que dejar que el corazón, el alma guíe y después la cabeza acompañe porque personalmente pienso que, a menos que se trate de un pez y un pájaro, siempre es posible llegar a encontrar un terreno en común en nuestros gustos, en nuestras condiciones mientras que no es posible “fabricar” amor incondicional, el encuentro de almas sucede o no sucede. No es posible establecer proporciones de uno y otro. Varía de pareja en pareja y de hecho es normal que varíen con el tiempo. Por ejemplo en la primera etapa, cuando novios es un terreno propicio para que se desarrolle el amor incondicional, al casarse es normal estar muy tomados por el proyecto, establecer un hogar, tener hijos, establecerse profesionalmente, entonces el aspecto del amor condicional se agranda: “Estamos remando juntos en el mismo barco”. Aún en ese período no debemos descuidar el cultivo del amor incondicional que habita en cada uno y procurar espacios donde “hacer nada juntos”. Ese amor siempre nos nutre, especialmente una vez establecidos y donde el proyecto en el mundo externo no ocupa tanto lugar.

No es casual que las crisis de pareja aparezcan “justo cuando teníamos todo”. Así sucedió con el caso de nuestro testimonio, la brillantez de la situación con Ricardo encandiló a Claudia, las condiciones, ocuparon todo el espacio de la pareja y tardíamente descubrió que el entusiasmo y el encuentro de almas no eran sinónimos. Cuando todo es lindo y ordenado pero no hay encuentro de almas la vida en pareja se vuelve vacía aburrida. Por otro lado Eduardo despertó la fuente de amor incondicional de Claudia. En su cercanía se sentía apasionada, nutrida, reconocida, todo era más intenso. Sin embargo el amor condicional de Claudia no tenía lugar en la relación, ella quería formar una familia, tener hijos y un hogar. Es preciso tener en claro cuales son las necesidades a las que no estamos dispuestos a renunciar, de lo contrario aunque el otro nos haga sentir “en el cielo” los conflictos “terrenales” terminarán afectando la relación. Cuando apareció Fernando, Claudia conocía muy bien (gracias a sus parejas anteriores) lo que eran los placeres del cielo y los de la tierra, no pensaba encontrar lo que encontró, se acercó sin exigencias, sin expectativas y lo mismo le ocurría a él. Esa no exigencia fue el abono que hizo crecer un amor tan intenso e inesperado.Éste último es un tema que me gustaría resaltar. Circulan tantas recetas de cómo elegir una pareja que terminamos acercándonos al otro con una planilla de requisitos para no equivocarnos y es entonces cuando seguramente nos equivocamos ya que estamos más preocupados por hacerlo encajar en nuestra planilla que por escucharlo y observarlo. Así despertamos en nuestra futura pareja la preocupación por ser el“modelo” en lugar de ser él mismo.

Y como el otro también está con su planilla todo conduce a una funesta consecuencia: No se están viendo. Por eso cuando alguien nos atrae es preciso acercarse sin requisitos ni expectativas como un niño que dice, “Veamos que hay”, dejar que algún tiempo transcurra, observar qué dice nuestro corazón y tan sólo permitir que suceda lo que tiene que suceder en nuestro interior para después escuchar lo que nuestra cabeza tiene para decir.

RECOMENDACIONES PARA EL ARTÍCULO “COMO ELEGIR UNA PAREJA”

*Darse cuenta de los prejuicios con los que nos acercamos al otro. Desde el mas burdo: “Yo no podría ser la pareja de alguien que usa esos zapatos” a otros mucho mas sutiles.
*Revisar la lista de ideas que tenemos. Una paciente me decía: “Yo trato de imaginar cómo quedaría de frac ante el altar”. Nunca terminaremos de conocer al otro pero mucho menos si nos acercamos con ideas, prejuicios, requisitos que nos impiden ver a nuestra pareja tal como es.
*Sólo cuando trabajamos para librarnos de nuestros prejuicios e ideas comenzaremos a ver al otro y a percibir que sucede en nuestro interior dando lugar a que surja el amor incondicional y nuestras almas se encuentren (o no).
*De la misma manera a medida que vamos conviviendo podremos apreciar que sucede con nuestra “vida cotidiana y terrenal”, es decir, la manera en que armonizamos nuestro amor condicional.
*Tener presente que en las relaciones de pareja : “El corazón manda y la cabeza acompaña”
*Descartar todas las recetas acerca de cómo debe ser el hombre o la mujer perfecta.
Descartar aún este artículo si por atender a él te pierdes.

Por Silvia Salinas, en www.silviasalinas.com.ar
 

 

El Estado de Meditación es una capacidad del cuerpo científicamente definible que se caracteriza por:

  • una reducción general del metabolismo,
  • una disminución de la presión sanguínea, del ritmo respiratorio y cardíaco,
  • la emisión de ondas cerebrales más nítidas y más lentas y
  • la generación de sustancias químicas o drogas endógenas como consecuencia de la disminución de la actividad del sistema nervioso simpático y del aumento de la actividad del sistema nervioso parasimpático.

Por lo expresado, consideramos a la meditación como un antídoto ante el estrés (tensión, ansiedad, fobias, etc.).

El organismo entra en un estado de reposo profundo, incluso más que durante el sueño normal. Este reposo del cuerpo otorga una mayor lucidez, la mente se libera de las limitaciones del organismo y queda libre para expandirse hacia nuevos horizontes.

Contrariamente a lo que solemos suponer, la meditación no significa concentrarse o enfocar la atención sobre un problema o conflicto para poder obtener una solución sino que es un estado en que se logran apagar los pensamientos conscientes de manera que podamos percibir fuentes de información más sutiles, es decir, acceder a niveles más profundos de nuestra mente.

Al estado de meditación también se le llama estado alterado de consciencia, estado de trance, estado de no mente, o mente divina. A través de él, muchas personas logran alcanzar una experiencia de lo divino o experiencia de trascendencia.

En http://fundacionsalud.org.ar/meditaciones.php

 

Para hoteles, centros de esparcimiento y recreación

Destinados a promover la liberación del stress cotidiano;

Espacios de juego, relajación e introducción en la meditación;

Para grupos reducidos,  con actividades al aire libre;

Aprovechando el espacio que la naturaleza brinda en cada lugar.

Son actividades destinadas a introducir a los participantes en el arte de la relajación y el cuidado de nuestro equilibrio psicofísico. Se desarrollan al aire libre y contemplan tres temática básicas:

-Descanso y armonía: cómo empezar por nuestra mente;

-Ejercicios de respiración y técnicas sencillas para meditar;

-Inteligencia emocional: el autocontrol y la adaptabilidad en el encuentro con los otros.

 

Para solicitar más información sobre estas actividades para su empresa:

www.coachingypsicologia.com.ar

info@coachingypsicologia.com.ar

 

La teoría de la Espiral del Silencio, tiene sus orígenes en la política y la comunicación. Hace hincapié en el estudio de la opinión pública como una forma de control social en la que los individuos adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y lo que no.

Esta teoría plantea fundamentalmente que las personas por temor a ser aisladas por exponer sus verdaderas opiniones, se someten a la opinión mayoritaria. En este marco plantea que la principal fuente de información son los medios de comunicación y estos definirían el clima de opinión sobre los asuntos de que se traten.

Según Noelle-Neumann, un clima de opinión actúa como un fenómeno de contagio ya que la opción mayoritaria se extiende rápidamente por toda la sociedad. En su libro, la autora alemana expone dos ejemplos de climas de opinión. El primero se ubica temporalmente en el año 1965, cuando la Democracia Cristiana ganó las elecciones en el último momento gracias al surgimiento de un nuevo clima de opinión favorable a este partido. En 1972 se invirtió la tendencia. Ganaron los socialdemócratas gracias al clima de opinión favorable creado por la buena acogida de la Ostpolitik de Willy Brandt por parte de la población alemana.

La Espiral del silencio se formula en una época en la que la televisión es ya un relevante medio de comunicación masivo. Por eso, Noelle-Neumann entiende que la televisión fue el medio de comunicación que ayudó a consolidar los climas de opinión. En palabras de la autora: “el resultado es un proceso en espiral que incita a otros individuos a percibir los cambios de opinión y a seguirlos hasta que una opinión se establece como la actitud prevaleciente, mientras que la otra opinión la rechazarán todos, a excepción de los duros de espíritu, que todavía persisten en esa opinión. He propuesto el término espiral del silencio para describir este mecanismo psicológico”.

El fenómeno es calificado de espiral de silencio porque la lógica de fondo que se sostiene es que cuanto más se difunde la versión dominante por los medios, más guardarán silencio las voces individuales contrarias, con lo que se produce un proceso en espiral. Unos conducen a la opinión mayoritaria y otros se silencian.

Parece extraño pensar hoy en un sistema de espiral como se planteaba en esa época. En la actualidad contamos con herramientas que nos permiten, a través de la web 2.0, participar activamente con artículos o comentarios que nos habilitan a expresar nuestras ideas libremente. Pero como no todos los ambitos son iguales, es interesante recordar esta teoría ya que a veces se puede ver reflejada en modelos de empresa.

Creo que de todos modos hay que entender esto desde una perspectiva amplia, sociológica y psicológica a la vez: la opinión pública, como fenómeno de masas, es producto de una identificación colectiva. En otras palabras, el pensamiento “se moldea” desde el otro. O acaso hay algo más cómodo para el ser humano que pensar “parecido a los demás”?

La identificación con las ideas del otro, sencillamente me acerca al otro, me hace simpatizar con él, me genera un sentimiento de pertenencia a su grupo social, hasta me hace sentir reconocido por él.

Entonces … pensar en términos propios de un partido político o de otro será lo que la mayoría de la gente haga por empatía, por identificación, por necesidad de identidad. Si la mayoría piensa de determinada manera, el “instinto” me llevará a adoptar ese pensamiento común.

Pensar diferente no sólo implica animarse a diferenciarse, sino también a correr el riesgo de ser señalado como diferente, con todos los beneficios, pero sobre todo con todos los perjuicios que ello me puede acarrear. Es cierto que hoy en día el pensamiento diverso, heterogéneo, alternativo, está mucho más aceptado socialmente. De hecho, la diversidad de medios de comunicación de que disponemos favorecen esa diversidad en sí misma. Pero no por ser aceptado, el pensamiento diferente deja de tener consecuencias, y no sólo en el plano intelectual … puede tener consecuencias políticas, religiosas, económicas o del tipo de ideología de que se trate.

En las empresas, por ejemplo, el pensar diferente puede implicar desde el hecho de no poder reunirme con mis compañeros para almorzar, -porque cualquier espacio en el que estemos en contacto por algo distinto a la tarea misma, termina en alguna discusión por nuestras ideas enfrentadas-, hasta ser despedido por incurrir en conductas propias de mi forma de pensar, que no son bien vistas dentro de la organización.

En definitiva, la presión que ejerce “el espiral de la opinión pública” es tenaz y casi nunca conciente, persiste aún con la voluntad deliberada de la participación democrática, atrapa y convence, moldea identidades, tanto individuales como organizacionales, y por supuesto, las conduce tanto al éxito como al fracaso …!!!!

 

Recomendado para gente ocupada…
Cada vez más médicos recomiendan la meditación como fórmula para mejorar la salud. Esta técnica milenaria ayuda a reducir el estrés y, con tiempo y paciencia, puede lograr una disminución de la presión sanguínea.
Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Wisconsin, esta técnica produce más anticuerpos (los agentes defensivos de nuestro organismo) que los que se consiguen con la vacuna de la gripe. Además, su práctica activa zonas cerebrales relacionadas con las emociones positivas.

Si Ud. padece de ansiedad, ira, depresion, adicciones,pensamientos en exceso y esta confundido o irritado. Hipertension?, Obesidad?, Gula?, desesperacion? tabaquismo? drogas? alcoholismo?
No espere más, recorra el camino de la meditación..

Generalmente nos aconsejan, nos dicen, nos recomiendan, «mantenga la calma», «todo pasará»..Ud debe cuidarse… «quien no tiene una situacion dificil», «Ud debe bajar de peso, no coma esto y lo otro».»No baje los brazos» etc etc palabras
Es comun recibir este tipo de mensajes….pero nadie nos dice «¿Cómo Hacerlo?»

Si deseas vivir una vida más llena, lo primero que quieres conocer es tu potencial, quien eres de verdad. Meditación es el camino hacia ese saber. Es la metodología de la ciencia de la observación.

La belleza de la ciencia interior es que permite, a quien quiera explorar y experimentar con ella, de hacerlo solo. Esto elimina la dependencia de una autoridad exterior. Elimina la necesidad de ser subsidiario de cualquier organización, y la obligación de aceptar una cierta ideología. Una vez que entiendas los pasos, caminarás tu camino de tu única manera individual.

Muchas de las técnicas de meditación requieren que uno se siente quieto y en silencio. Pero el estrés que hemos acumulado en nuestra mentecuerpo lo hace difícil. Antes de tener la esperanza de entrar en nuestra casa poderosa de conciencia, tenemos que soltar nuestras tensiones. La Meditaciones Activas de Osho™ se han diseñado científicamente para que concientemente expresemos y experimentemos emociones y sentimientos reprimidos, aprender el truco de observar nuestros patrones habituales de una manera nueva.

Hay muchas ideas diferentes aun contradictorias de que es la meditación.
La visión primordial es que el meditador entienda cual es la naturaleza de la mente en vez de pelear con ella.

La mayoría de nosotros estamos dominados la mayor parte del tiempo por nuestros pensamientos y emociones. Esto nos lleva a pensar que somos estos pensamientos y sentimientos. Meditación es el espacio de simplemente ser, sólo experimentando, sin interferencia del cuerpo o de la mente. Es un estado natural que hemos olvidado como conectarnos.

La palabra meditación es también usada para lo que es una técnica de meditar. Los métodos de meditar son técnicas o herramientas para crear un ambiente interno que nos desconecta del cuerpo-mente y uno simplemente es. Si bien, Inicialmente es una ayuda tomar un tiempo para practicar un método de meditación estructurado, hay varias técnicas que se practican en el contexto; una vez al día, de por vida – en el trabajo, en el tiempo libre, solo o en compañía.

Los métodos son necesarios sólo hasta que el espacio de meditación – relajación consciente, el estar centrado – forma parte de uno, como el respirar
Paz de la mente es un término contradictorio. La naturaleza de la mente es ser un comentador crónico. Lo que tu descubres con la meditación es la destreza de tomar distancia entre tu y el comentador, así la mente, que es un circo constante de emociones y pensamientos, no interfiere con tu estado inherente de silencio.

Enfocar, concentrarse o contemplar.


Enfocarse, concentrarse es estrechar la conciencia. Al concentrarte en un solo objeto excluyes todo lo demás. Al contrario, la meditación incluye todo, tu conciencia se expande.  El contemplador se enfoca en un objeto – tal vez un objeto religioso, una fotografía o se inspira en un aforismo. El meditador es simplemente conciente, de nada en particular.

Tomar decisiones.

Una decisión es buena cuando surge de la vida; es mala cuando surge de la cabeza. Y, si viene solo de la cabeza nunca es concluyente:siempre es un conflicto. Las alternativas continúan abiertas y la mente sigue y sigue, de uno a otro lado. Así es como la mente crea conflicto.

El cuerpo siempre está aquí y ahora, la mente no está nunca aquí y ahora, ése es todo el conflicto. Tú respiras aquí y ahora, no puedes respirar lo de mañana y no puedes respirar lo de ayer. Tienes que respirar en este momento, pero puedes pensar en lo de mañana y puedes pensar en lo de ayer
Así que, el cuerpo permanece en el presente y la mente continúa alternando entre el pasado y el futuro, y se da una división entre cuerpo y mente. El cuerpo está en el presente y la mente no está nunca en el presente; nunca se encuentran, nunca coinciden. Y, debido a esta división, surgen la ansiedad, la angustia y la tensión; allí es donde uno se encuentra.Esta tensión es preocupación.

Debido a esos días,surgirá una decisión, cualquiera que sea
Es irrelevante que decisión surge. La cosa más importante es de dónde viene; no lo que es,si no de dónde viene. Si viene de la cabeza creará aflicción.

En cambio, si una decisión proviene de tu totalidad, entonces nunca, nunca te arrepientes por un solo momento. Un hombre que viva en el presente no conoce nada del arrepentimiento; nunca mira hacia atrás, nunca cambia su pasado y sus memorias, nunca prepara su futuro.

Todo mi énfasis lo hago sobre este momento, porque este momento lo contiene todo. ‘Ahora’ es la única realidad, todo lo demás es memoria o imaginación. Incluso el ahora es necesario para que pueda existir como memoria. No existe como pasado; existe como un pensamiento en el presente
Es irrelevante que decisión surge. La cosa más importante es de dónde viene; no lo que es,si no de dónde viene. Si viene de la cabeza creará aflicción.
En cambio, si una decisión proviene de tu totalidad,entonces nunca, nunca te arrepientes por un solo momento. Un hombre que viva en el presente no conoce nada del arrepentimiento; nunca mira hacia atrás, nunca cambia su pasado y sus memorias, nunca prepara su futuro.

La decisión de la cabeza es algo feo. La misma palabra decisión significa ‘de-cisión’; te separa. No es una buena palabra. Te separa de la realidad. La cabeza de separa constantemente de la realidad.

Todo mi énfasis lo hago sobre este momento, porque este momento lo contiene todo. ‘Ahora’ es la única realidad, todo lo demás es memoria o imaginación. Incluso el ahora es necesario para que pueda existir como memoria. No existe como pasado; existe como un pensamiento en el presente.

Lo mismo sucede con el futuro: el futuro no existe como futuro, existe como imaginación en el momento presente. Todo lo que existe, existe en el ahora. Ahora es el único tiempo que hay.
La mente se tiene que traer al presente, porque no existe otro tiempo.

En http://www.alimentacion-sana.com.ar/informaciones/novedades/meditacion.htm

 

«Mente sana y cuerpo sano»

 

En plena era del Panic Attack, avanza la medicina interdisciplinaria: la “psiconeuroinmunoendocrinología”, que trata el impacto en la salud de pensamientos, emociones y sentimientos, hace punta.

 

(Por María Farber, para Clarín.com)

 

Disciplina de nombre larguísimo: psiconeuroinmunoendocrinología. Un mix entre psicología, psiquiatría, neurología, inmunología y endocrinología que, en la era de los Trastornos de Ansiedad, hace punta en algunos hospitales y consultorios de vanguardia.

El viejo postulado “el todo es más que la suma de las partes”, en este caso, hace la gran diferencia. La tendencia a unificar las especialidades que se trataban por separado reformula la dicotomía mente-cuerpo.

“La mente no es otra cosa que la expresión del cerebro, un órgano como cualquier otro, pero tenemos que entender que nuestra conducta y las emociones exceden incluso a lo que llamamos mente.

Respondemos como una totalidad”, asegura Andrea Márquez de López Mato, médica psiquiatra, docente de psiconeuroinmunoendocrinología en la UBA y la Universidad Barceló y directora del Instituto de Psiquiatría Biológica. La mente como resultado de la actividad del cerebro implica la idea de que aquello que pensamos y sentimos produce cambios en el cuerpo. Así es como se comienza a hablar del poder de la mente con rigor científico, del poder de curar y de enfermar.

“El 80 por ciento de la información médica se dedicó a describir cómo el estrés descompagina el cuerpo pero ahora también se estudia cómo inciden los estados de armonía. Prácticas como el yoga, el Tai chi y las técnicas de relajación protegen la salud”, señala Alberto Intebi, docente de Farmacología en la Facultad de Medicina de la UBA y director del Instituto Argentino de Psiconeuroinmunoendocrinología.

Sin embargo, hay que tener cautela cuando se pone la lupa sobre la capacidad de la mente para curar. “Es un arma de doble filo. Hay enfermedades que por mucha buena voluntad que se ponga, siguen su curso, por eso es importante que nadie vaya a creerse autosuficiente y que lo puede todo. La mente ayuda a estar bien, es indiscutible; pero decir que puede curar todo es una barbaridad”, advierte.

Jaime Mogilevsky, decano y director del postgrado de psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad Favaloro, profesor titular consulto de Medicina de la UBA e investigador superior del CONICET, ejemplifica: “Si llega al hospital un señor que dice que le duele el estómago, seguramente será derivado al gastroenterólogo. Eso es un error porque a ese señor le puede doler el estómago porque se peleó con la mujer el día anterior. Al especialista no le alcanza con saber únicamente lo suyo porque, por ejemplo una úlcera, puede ser la manifestación de otro sistema. ¿Por qué psiconeuroinmunoendocrinología y no psiconeurogastroenterología? Porque es el sistema nervioso central el que maneja absolutamente todas las funciones y lo hace a través de hormonas”. La relación mente – cuerpo deja entonces de ser exclusividad del esoterismo y las ciencias alternativas. “Ahora está la base bioquímica de este ida y vuelta”, señala Intebi. “El médico tiene la obligación de entender esta interrelación independientemente de la especialidad a la que se dedique”.

El cambio de paradigma implica un conocimiento profundo del paciente y no solamente de su enfermedad. Para Márquez de López Mato, “en los últimos años se derrotaron dos o tres siglos de medicina súper especializada, producto de una visión unilineal y simplista, en la que el hombre se dividía en órganos para poder ser estudiado. Pero la persona es una sola y es una en todo. Esto representa retomar a la medicina en sus orígenes, aquello de que cuando se enferma un órgano se enferma la persona entera”.

 

Aquel trauma de la infancia.

La frase, diván mediante, es célebre: Doctor, todo comenzó en mi infancia, y según la psiconeuroinmunoendocrinología, también es cierta. “Un trauma en los primeros años de vida puede tener un impacto biológico que se exprese en la adultez”, dice Alberto Intebi.

¿Cómo se explica que aquello que sucedió fuera de nuestro cuerpo haya dejado en realidad una huella que nos marca de por vida y que a la larga, pueda traer consecuencias en nuestra salud? “A veces no es sencillo de entender –dice Márquez López de Mato– pero cuando decimos ´psico´ no nos estamos refiriendo al alma inmortal o al mundo de las ideas de Platón; cuando decimos ´psico´ nos estamos refiriendo a circuitos cerebrales”. Y es en los primeros años de vida cuando se forma la estructura psíquica.

“Supongamos que haya que poner en juego durante la infancia un conjunto de mecanismos de defensa para escapar de un padre violento”, propone Mogilevsky. “Debido al estrés, esa persona seguramente desarrolle un exceso de neurotransmisores exitatorios, en detrimento de los depresores. Y se forma una estructura psíquica de este tipo, que después pasa a la adultez y a la vejez”. ¿La consecuencia? Una vulnerabilidad que a la larga representará una puerta de entrada para la enfermedad.

 

Creo que es en Annie Hall donde Woody Allen contaba esta historia:

Hay un viejo chiste sobre dos ancianas que están en un hotel. Una dice: -“¡Qué mala es la comida!”, y la otra contesta: -“Si, y las raciones son tan pequeñas”.

Supongo que la verosimilitud de la cita se podrá cotejar en internet. Hay que tener cuidado con lo que se escribe en la Red porque antes se descubre a un inexacto que a un ignorante. En muchas ocasiones las quejas no significan mucho, salvo que la vida no es perfecta, y no influyen prácticamente en nuestro comportamiento, en el día a día.

Así, casi todas las mañanas, cuando tengo que madrugar para ir al trabajo, suelo rezongar lastimosamente sobre mi incómodo destino de laboriosa hormiga pero, sin embargo, tras la ducha, y una vez montado en el tren de mis hábitos diarios, el lamento queda atrás, arrinconado y sin efecto. El problema no es la queja en sí, que no deja de ser un mera reacción verbal o emocional producto de un mal momento. Si me corto afeitándome, me duele y me quejo; si me abandonan como a un perro chico, ladraré y aullaré, y me pondré a patear en busca de un nuevo hogar…o no. Pero, ¿y si resulta que cuando me quejo alguien me presta atención, me escucha, me echa cuentas, como dicen en Sevilla? Entonces la queja dejaría de ser una consecuencia natural para pasar a tener una función social.

“La diferencia entre las ratas y los seres humanos es que la mayoría de estos últimos seguirán en un túnel en el que no hay queso” . Quién se ha llevado mi queso, 1998. Spencer Johnson

El problema no son las quejas en sí, sino lo que hago (y hacen) con ellas. Quejarse, a uno mismo y/o a los demás, se ha puesto de moda, se ha convertido en una forma de comunicación en sí misma, en una forma muy frecuente de relacionarse con los demás. La queja es un pozo sin fondo como tema de conversación. Los que se quejan demandan atención y piden que se les den razones o se les de la razón (suelen ser sinónimos), y los que escuchan las lamentaciones se prestan inconscientemente al juego. También los profesionales de la orientación profesional, el coaching, la educación e incluso el management, que actúan sobre el pesimismo verbal intentando hacer ‘entrar en razón’ a sus clientes y animándolos: “la vida no es tan mala”, “te lo estás tomando a la tremenda”, “vamos, mañana será otro día!”…

¿Cómo debemos actuar antes aquéllos cuyo estilo de vida es la queja? Es más, ¿cómo deberían comportarse ellos mismos para no perder su energía y hacerla perder a los que les rodean? Sólo se me ocurren dos vías antagónicas: intentar racionalizar continuamente para encontrarle sentido a nuestros problemas o aceptar que la vida puede ser dura a veces y seguir con el plan marcado, dando el próximo paso previsto.

En esta sociedad de la felicidad, nos dicen y nos decimos que tenemos que sentirnos bien y tener ‘inteligencia emocional’ para así estar en condiciones de trabajar y vivir mejor. Pero ya hace más de un siglo que el creador de la psicología funcional, William James, acuñó el principio más efectivo para alcanzar el bienestar y para reducir las quejas y la insatisfacción que generan las propias obsesiones:

“El pájaro no canta porque es feliz sino que es feliz porque canta.”

Cada vez veo a más personas insatisfechas que analizan y vuelven a analizar sus problemas, y los convierten en objeto de conversación y rumiación social. Cada vez más personas esperan que la felicidad ‘llegue a sus vidas’ y acabe con la imperfección y la mediocridad de su día a día. Hace tiempo que dejaron de cantar esperando las ganas de cantar.

Quejarse no es especialmente negativo si no lo usas como excusa para abandonar la ruta o para dejarse ir al pairo. Y el verdadero problema se genera cuando la queja se ha convertido en tu estilo de vida y de relación. Los demás ya esperan esa actitud por tu parte y tú te sientes cómodo en el papel de experto en qué no hacer y qué no funciona.

¿Cómo evitar el yugo del negativismo? Haz planes, da pasos pequeños, mantente activo y no abras la boca salvo para hacer propuestas. ¿Un lema?  “Te sientas como te sientas, pienses lo que pienses, haz lo que debes, lo que tienes previsto.”

En http://yoriento.com/

¿Qué es la Psiconeuroendocrinoinmunología?

La Psiconeuroendocrinoinmunología es considerada por muchos el paradigma de la medicina del futuro. Estudia la relación entre la psiquis, el sistema nervioso, el sistema inmune y el sistema endocrino, y ofrece nuevos abordajes para cambiar la forma en que las personas percibimos el mundo.

Los componentes de la PNEI son los neurotransmisores, las hormonas y las citoquinas que actúan como moléculas mensajeras llevando información entre los sistemas nervioso, endocrino e inmune.

Esta nueva rama de la ciencia nos muestra que la mente o la actividad del cerebro es la primera línea que tiene el cuerpo para defenderse contra la enfermedad, el envejecimiento y la muerte, y alinearse a favor de la salud y el bienestar. Investigaciones recientes dan evidencia incuestionable de las interacciones mente-cerebro-cuerpo; a nivel molecular, celular y del organismo, que pueden impactar sobre la salud y la calidad de vida de los individuos.

El doctor Robert Ader es considerado el padre de la PNEI; en el año 1974 reescribió el mapa biológico del organismo y su descubrimiento -realizado en la Universidad de Rochester- causó un gran impacto cuando demostró que el sistema inmunológico podía condicionarse.

Si se puede condicionar el sistema inmunológico, es porque se encuentra bajo el control del sistema nervioso; y, a su vez, el sistema nervioso está bajo el control de nuestros pensamientos.

El descubrimiento de Ader llevó a la investigación de lo que resulta ser una infinidad de modos en que el sistema nervioso central y el sistema inmunológico se comunican, sendas biológicas que hacen que la mente, las emociones y el cuerpo no estén separados sino íntimamente interrelacionados. El sistema inmunológico es el cerebro del organismo.

Las Moléculas de Emoción:

Se ha demostrado con claridad que existe una conexión entre la mente y el cuerpo, y es la Psiconeuroendocrinoinmunología la que nos proporciona ahora algunas respuestas, ayudándonos a entender mejor cómo se transforman las emociones en sustancias químicas, moléculas de información que influyen en el sistema inmunológico y en otros mecanismos de curación del cuerpo. Algunos de los trabajos más interesantes en este campo se deben a la doctora Candace Pert, Directora del Departamento de Bioquímica Cerebral del Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos. Entre las conclusiones más importantes que se desprenden de su trabajo podemos enunciar:

*Que la mente, las ideas y las emociones afectan a nuestras moléculas, a nuestra salud física, mucho más de lo que se creía. Las emociones son un puente no solo entre la mente y el cuerpo, sino también entre el mundo físico y el espiritual;

*Que todas las moléculas poseen un aspecto vibracional y otro de partícula o fisiológico. Las moléculas de las emociones afectan a todas las células del cuerpo;

*Que esas moléculas y las válvulas del corazón, los esfínteres del aparato digestivo, la propia digestión, está todo regido por las moléculas de emoción que tienen una acción física;

*Que el ser humano es su propio productor de drogas, que sólo tiene que volver a aprender a estimular sus drogas endógenas, según sus propias necesidades y deseos. La gama de drogas endógenas abarca desde estimulantes, antidepresivos, ansiolíticos, analgésicos, etcétera. Por lo tanto, se pueden estimular algunas sustancias específicas con ayuda de ciertos métodos personalizados y a través de estos estímulos es posible modificar el curso de nuestra biología.

Cada uno de nosotros posee su propia farmacopea natural -la más fina droguería disponible al menor costo- para producir todas las drogas que necesitemos a fin de poner en marcha nuestro sistema cuerpo-mente, precisamente de la manera en que fue diseñado para funcionar durante siglos de evolución.

La Plasticidad del Cerebro:

Examinar ideas, creencias y sentimientos resulta una experiencia de cambio de vida. Las neurociencias han dado origen al concepto de neuroplasticidad, que no es otra cosa que la habilidad natural del cerebro para formar nuevas conexiones.

Cada vez que aprendemos y transitamos por experiencias nuevas, cientos de miles de neuronas se reorganizan. La ciencia empieza a entender que, además de permitir que el entorno modere nuestro cerebro, podemos crear conexiones en él, con solo enfocar nuestra atención en un pensamiento.

En cada nueva experiencia, una nueva conexión sináptica se establece en nuestro cerebro con cada sensación, visión o sentimiento nunca antes explorado. Una nueva relación entre dos de las más de cien millones de células cerebrales se establece de manera inevitable, si la experiencia se repite en un lapso relativamente corto, dicha conexión se fortalece; si no lo hace en un largo período, la conexión se debilita o se pierde.

La plasticidad del cerebro o la capacidad de cambiar su forma física constituye una de las propiedades más asombrosas en el campo de la neurobiología.

Las emociones y los recuerdos de las experiencias están codificados en redes neuronales, y las redes neuronales están conectadas al hipotálamo. La buena noticia es que podemos salir de este circuito; todo lo que tenemos que hacer es activar nuevas redes y los químicos comenzarán a fluir internamente logrando el cambio que elegimos realizar.

Todo cuanto sentimos y pensamos es el resultado de complejos procesos neurobioquímicos; esto es indiscutible, los procesos emocionales al igual que los cognitivos pueden explicarse por el funcionamiento de hormonas y neuronas.

Muchos científicos han llegado a observar que son las emociones las que unen la mente y el cuerpo. Esta visión más holística complementa la visión reduccionista, expandiéndola en lugar de reemplazarla, y ofrece una nueva manera de pensar acerca de la salud y la enfermedad.

Nuestros genes no están enterrados en nuestra biología a una profundidad remota de nuestra consciencia y preocupaciones cotidianas. Muy por el contrario, nuestros genes se manifiestan en todo momento en respuesta a todo lo que estimula nuestra curiosidad, nuestra sorpresa y fascinación.

Nuestros genes están expresados en el drama continuamente cambiante del fluir de eventos significativos de la vida. Nuestros genes se activan y se desconectan en respuesta a nuestras esperanzas, deseos, fantasías y sueños. Esta capacidad de respuesta es la responsable del hecho de que el determinismo genético, tal vez en poco tiempo, se transforme en un mito.

En www.fundacionsalud.org.ar

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