Posted on 4 febrero, 2012 in ABC Coaching, Actualidad, Coach Corporal, Coaching Individual, CoachingyPsicologia
El Estado de Meditación es una capacidad del cuerpo científicamente definible que se caracteriza por:
- una reducción general del metabolismo,
- una disminución de la presión sanguínea, del ritmo respiratorio y cardíaco,
- la emisión de ondas cerebrales más nítidas y más lentas y
- la generación de sustancias químicas o drogas endógenas como consecuencia de la disminución de la actividad del sistema nervioso simpático y del aumento de la actividad del sistema nervioso parasimpático.
Por lo expresado, consideramos a la meditación como un antídoto ante el estrés (tensión, ansiedad, fobias, etc.).
El organismo entra en un estado de reposo profundo, incluso más que durante el sueño normal. Este reposo del cuerpo otorga una mayor lucidez, la mente se libera de las limitaciones del organismo y queda libre para expandirse hacia nuevos horizontes.
Contrariamente a lo que solemos suponer, la meditación no significa concentrarse o enfocar la atención sobre un problema o conflicto para poder obtener una solución sino que es un estado en que se logran apagar los pensamientos conscientes de manera que podamos percibir fuentes de información más sutiles, es decir, acceder a niveles más profundos de nuestra mente.
Al estado de meditación también se le llama estado alterado de consciencia, estado de trance, estado de no mente, o mente divina. A través de él, muchas personas logran alcanzar una experiencia de lo divino o experiencia de trascendencia.
Posted on 17 noviembre, 2011 in ABC Coaching, Actualidad, Coaching Ejecutivo
¿Cómo se define “calidad de vida” en el trabajo?
¿Se trata de ir a trabajar los viernes con ropa “casual”?
¿Es tener una oficina con vista a la calle? ¿Una silla ergonómica?
En realidad, si bien todos estos factores contribuyen, la calidad de vida es una sensación positiva de la existencia a partir del bienestar, felicidad y satisfacción de una persona. Como todas las sensaciones, es muy subjetiva y se ve directamente influida por la personalidad y el entorno en el que vive y se desarrolla cada uno (según la Organización Mundial de la Salud, además impactan la salud física y psíquica, el nivel de independencia logrado, las relaciones sociales, etc.)
Aunque habitualmente se hablaba de calidad de vida relacionándola con el medio ambiente y el deterioro de las condiciones de la vida urbana, hoy se impone un concepto más integral, en el que se habla del bienestar humano y de la satisfacción personal. Esta se lograría cuando hay una armonía entre la persona y su entorno, y aquí es donde entra la relación que se establece con la empresa. Porque la realidad demostró que lo laboral y lo familiar no son conceptos separados y diferentes, sino dos escenarios que no solo convergen sino que dependen uno del otro, y resultan esenciales para que las personas puedan plantearse una buena calidad de vida integral.
Por eso, uno de los criterios para establecer un proyecto de calidad de vida en la empresa consiste en lograr un balance entre la actividad laboral y la vida privada.
La calidad de vida en el trabajo es una filosofía de gestión que apunta a incrementar la productividad y mejorar la motivación del personal, pero a través de lograr un equilibrio entre la vida personal y la vida laboral (”life balance”), valorando y respetando al empleado, y brindándole oportunidades de desarrollo tanto profesional como en su esfera privada. Esta filosofía se puede traducir, entonces, como una forma de gestión organizacional que apunta a lograr tanto la eficiencia empresarial como el desarrollo personal y laboral del trabajador.
El concepto hoy es que el personal es más eficiente y productivo para la organización, cuando establece relaciones personales estables, maduras y equilibradas; goza de una salud física y mental satisfactoria y tiene una actitud razonable sobre su proyecto de vida. Porque si la empresa colabora en el logro de estas variables, puede obtener a cambio un mayor compromiso con la organización; menor stress y riesgo de accidentes laborales; evolución y desarrollo del personal; alta motivación; menor rotación en el empleo; reducción de la tasa de ausentismo; menos conflictos internos; mayor satisfacción a nivel laboral y en general una mayor eficiencia de toda la organización.
Pero para lograr estos objetivos hay que gestionar los requerimientos de trabajo – incluyendo asuntos urgentes y viajes – para ordenarlos de manera que no invadan los tiempos de descanso o que deben ser dedicados a la familia (o si la invasión es inevitable, que suceda como la excepción a la regla y no como una constante).
Asimismo se apunta a valorizar los espacios dedicados al ocio (dentro y fuera del ambito laboral) como una necesidad vital en los empleados, con la premisa de que pueden contribuir a la armonía de su vida y a su desarrollo en la empresa. Y, en este contexto, cada vez más organizaciones están generando acciones y eventos para los empleados para mejorar su calidad de vida y bienestar: van desde opciones de acercamiento hacia la familia del empleado (con actividades frecuentes para el personal y su familia como paseos especiales; talleres organizados por género, segmento etario o grupo familiar; salidas colectivas; campamentos, talleres recreativos; encuentros deportivos; clases de disciplinas no convencionales; espacios de reflexión) hasta actividades recreativas sólo para los adultos, como equipos de running, clases de comedia musical, de canto, de tango, de fotografía, de pintura, de “comida sana”, charlas con profesionales… , actividades todas que generan un espacio de expresión y bienestar en los participantes.
La variedad de opciones es tan grande como la cultura de la propia organización, y sus posibilidades de brindar al personal un espacio para acercar los dos ámbitos en los que se desarrolla, que hasta hace poco se percibían como muy divergentes: la vida personal y familiar, y el espacio de trabajo. Y si bien es cierto que en muchos casos la implementación de un proyecto de estas características implica costos adicionales para la empresa, estos quedan más que cubiertos por las mejoras que se perciben a nivel organizacional.
Sergio Ventura, en http://blogsdelagente.com/humanos-con-recursos/tag/work-life-balance/
Posted on 16 octubre, 2011 in ABC Coaching, Actualidad, Coach Corporal, Coaching Individual, CoachingyPsicologia
Tragedia en Huelva por el asesinato de una joven a manos de su ex novio, que se quemó después.
» La abuela de la victima falleció de un infarto al conocer la noticia».
(Nota de prensa publicada en ABC, edición de Sevilla, el día 23 de octubre de 2004)
El Estrés no es una enfermedad pero, en su mayor expresión, puede acabar con la vida de una persona. No cabe la menor duda y los hechos narrados a continuación, irrefutables, nos pueden dar una clara muestra de tan fatal efecto.
En una ocasión leí el siguiente relato que el muy reconocido psicoterapeuta gestáltico argentino, Jorge Bucay, incluía en su libro EL CAMINO DE LAS LÁGRIMAS, a propósito de los duelos por muerte.
«Hace muchos años, mientras yo era practicante en la guardia médica del Instituto de Cirugía de Haedo, recibimos una llamada para atender una emergencia en una casa cercana al hospital.
Dos médicos, una enfermera, el camillero, el chofer y yo nos subimos con el equipo de resucitación necesario a la ambulancia y en menos de cinco minutos llegamos a una humilde casa del barrio.
Entramos al cuarto de la enferma, una mujer de unos 70 años en paro cardíaco. Lamentablemente no hubo mucho para hacer y pese a todas las maniobras confirmamos que el hecho era irreversible.
Con dolor le contamos a la hermana de la paciente, que estaba en el cuarto, que no había nada más que hacer y que íbamos a llevar el cuerpo al hospital para los certificados y trámites.
La señora salió del cuarto y le dijo a un señor que según nos enteramos después era el marido de la mujer fallecida:
– María murió
El hombre palideció. Se dejó caer en una silla de mimbre y dijo:
– Me quiero morir…
Esas fueron sus últimas palabras. Nada pudimos hacer los seis profesionales presentes, ni el equipo que traíamos, ni la posibilidad de trasladarlo de inmediato. El hombre dijo «me quiero morir» y se derrumbó. Dadas las condiciones de la muerte, se hizo una autopsia de su cuerpo que arrojó un resultado que todos preveíamos: Estallido cardíaco!. La muerte de su compañera le había ROTO EL CORAZÓN…literalmente»
A pesar de lo natural, incontrastable e inevitable de la muerte, ésta es una dolorosa experiencia. La abuela aludida en la prensa no tuvo el corazón suficiente para soportar la noticia y murió al conocerla, y como en el caso del hombre del relato, la muerte del ser querido precipitó la propia. Es lo que se conoce como síndrome del «corazón roto», la consecuencia más exagerada y definitiva que un suceso vital estresante puede producir.
El estrés emocional repentino, causado por ejemplo por la muerte inesperada de un ser querido, puede provocar una muerte súbita cardíaca o dar lugar a una debilidad grave del músculo cardíaco muy similar a la producida por el infarto de miocardio; Sin embargo, esta afección, reconocible como entidad nosológica, es un evento cardíaco provocado por estrés. Así que un poco de luz sobre lo esencial, lo que distingue al llamado síndrome del «corazón roto», ayudará a no confundir ambas patologías.
Esto que se conoce como miocardiopatía por estrés o, más popularmente, como síndrome del «corazón roto», en realidad se trata de un episodio producido por un incremento de la adrenalina y otras hormonas de estrés cuyo aumento afecta gravemente al corazón.
La respuesta fisiológica al estrés -modelo de adaptación hostil-ambiental- constituye uno de los mecanismos de supervivencia más sofisticados del cuerpo, y es que al igual que muchos animales, los seres humanos experimentan reacciones automáticas necesarias para la adaptación y supervivencia, como temblar cuando hace frío o eludir el dolor físico mediante un acto reflejo.
La reacción del cuerpo frente al estrés tiene lugar en forma de una compleja secuencia de cambios físicos, en la que también intervienen el cerebro y las glándulas suprarrenales. El cerebro evalúa una situación y «decide» si es o no estresante. En caso afirmativo, se activa la liberación de las «hormonas del estrés», cuyos efectos en el organismo son múltiples, por ejemplo, el ritmo cardiaco se acelera y los músculos se tensan preparándose para la acción.
En la bibliografía médica es fácil encontrar estudios que ponen de manifiesto que algunas personas pueden responder al estrés emocional súbito liberando grandes cantidades de catecolaminas -en especial adrenalina y noradrenalina- en el torrente sanguíneo, junto con otras sustancias y proteínas producidas por un sistema nervioso excitado. Esas sustancias pueden ser tóxicas para el corazón y producir síntomas similares a un infarto, como dolor torácico, fluidos en los pulmones, respiración corta e insuficiencia cardíaca.
Los clínicos estudiosos del tema en cuestión observan que la mayoría de los casos de «corazón roto» en sus hospitales corresponden a mujeres de mediana edad o edad avanzada, y dan cuenta de que estas pacientes presentan características clínicas distintas de los típicos casos de infarto de miocardio, puesto que la mayoría estaban previamente sanas y/o presentaban pocos factores de riesgo cardíacos. Por ejemplo, los cateterismos coronarios no mostraban las arterias ocluidas y los parámetros analíticos no indicaban signos típicos de infarto. Y lo que es más relevante, las resonancias magnéticas practicadas confirmaban que las pacientes no presentaban daño irreversible del músculo cardíaco y, además, su recuperación era mucho más rápida que en pacientes con infarto de miocardio.
En gran medida es la vulnerabilidad-estrés el factor determinante de las consecuencias en estos casos, y……… a veces, estas consecuencias pueden ser insuperables para la persona.
Manuel Sotillo Hidalgo
Posted on 23 septiembre, 2011 in ABC Coaching, Actualidad, Coaching Ejecutivo
Comentarios y avances de una película imperdible para cuestionar la «generación ejecutiva» que los jóvenes «Y» están dejando atrás:
Fruto de modelos de trayectoria, experiencia y éxito profesional basados en la inclusión en las grandes corporaciones, la imposibilidad de cuestionar ideales de competitividad, superación y hasta sujeción a altísimos niveles de exigencia, la historia aquí desplegada es una más de las tipificadas como del «reciente ejecutivo desempleado»
Si bien habría que cuestionar por qué les ha sido imposible a estos ejecutivos diseñar un proyecto profesional basado en valores de realización pero a la vez de equilibrio con otras áreas de la vida, de dependencia laboral pero asimismo de proyección autónoma en el futuro mediato, de progreso material pero ligado a sostener valores éticos y sociales que a la vez los proyectaran fuera de la empresa para ver el más allá … bueno, de todos modos aquí están … han de ser tantos, que el cine se ha encargado de simbolizarlos en un único personaje.
Mucho hay todavía por hacer, desde el Coaching, desde la Psicología laboral, a la hora de transformar estos modelos que han perturbado generaciones de ejecutivos, y a la hora de preparar, a su vez, a la nueva generación de ellos, ahora denominada «Y», para que realmente puedan ser EJECUTIVOS … con un perfil de servicio a la organización, pero a su vez con pleno cuidado de sí mismos …!!!
Todos los comentarios, obviamente son bienvenidos!!!
Lic. Mónica Reta
Posted on 30 julio, 2011 in Coach Corporal, Coaching Ejecutivo
El STRESS aparece comúnmente definido en los ámbitos científicos como la respuesta física y emocional que ocurre en un individuo, cuando éste se ve desbordado por múltiples demandas a las que no puede responder desde sus capacidades y recursos propios.
Exigencias laborales, conflictos de índole familiar, exceso de responsabilidades de todo tipo, falta de tiempos de descanso adecuados, de esparcimiento y de ocio. Estos pueden ser algunos de los tantos responsables del «stress moderno»
Existe una crucial diferencia entre las funciones cerebrales que se activan cuando cualquier desafío moviliza y motiva a la persona (“stress bueno”), y las que lo hacen cuando lo que ella percibe son situaciones que la amenazan, abruman y hasta paralizan o desmoralizan (“stress malo”).
Los elementos químicos cerebrales que generan entusiasmo frente a un desafío, entran en funcionamiento cuando nuestro nivel de energía es alto, nuestro esfuerzo máximo y nuestro humor positivo. Se denominan catecolaminas y dependen de la activación del sistema nervioso simpático y las suprarrenales.
Pero una vez que el cerebro asume la posición de emergencia, comienza a bombear cortisol; sin embargo trabajamos mejor a un nivel más bajo de excitación cerebral, cuando sólo participa el sistema de catecolaminas. Y para elevar el cortisol, tampoco es necesario llegar a la situación de quedar desempleado, o a una crisis terminal de agotamiento; bastan para ello el aburrimiento, la frustración, la impaciencia y hasta el cansancio.
Por tanto, el eustress (“stress bueno”) hace referencia a la presión que nos incita a la acción. Los elementos bioquímicos que se activan, incitan al cerebro a mantenerse atento e interesado y lo energizan para un esfuerzo sostenido.
Un estudio de origen alemán, citado por D. Goleman en su libro “La inteligencia emocional en la empresa” muestra esta relación entre la motivación y la química del eustress: “… Se asignó a un grupo de voluntarios una tarea mental difícil: debían resolver 120 problemas aritméticos en un período cada vez más breve, hasta que se equivocaran una de cada cuatro veces. Cuando se les verificaban las respuestas, si eran ciertas, recibían una recompensa en efectivo, si estaban equivocados, se los penalizaba con la misma suma.
Los voluntarios que tenían más esperanzas de éxito, eran los más capaces de mantener esa movilización en un nivel que produjera mayormente catecolaminas. Pero quienes actuaban motivados por el miedo, se llenaban de cortisol.
Esto resultó tener un efecto autorreforzante. Los que tenían bajo nivel de cortisol podían pensar bien y prestar atención durante la prueba, se mantenían alertas, serenos y productivos. El efecto sobre el desempeño fue dramático: ganaron más del doble de sus colegas”…
Podemos concluir aquí que el stress puede definirse como un fenómeno psicosomático, en el cuál, una emoción desencadena efectos fisiológicos, que a su vez predisponen para cierto tipo de emociones y las conductas que se derivan de ellas. Las transformaciones que tienen lugar entre la mente y el cuerpo se denominan transducciones.
En el stress vernacular, la energía de la emoción, por ejemplo, del enojo, se transduce en la energía de la contracción del miocardio (aumenta el ritmo cardíaco) y de la producción de mensajeros químicos como la adrenalina y la noradrenalina …”
La conclusión a la que podemos arribar aquí, sobre todo tomando los comentarios de Goleman, más arriba, es que, en el caso de las emociones positivas, el proceso psicosomático potenciaría los efectos positivos en las conductas finales (entusiasmo, productividad), mientras que en las negativas, ocurriría a la inversa. Quizás el efecto final de todo este proceso, en el “stress malo”, sea la enfermedad orgánica, que se cita en distintos lugares como las manifestaciones del cuadro de Stress en su estadio final (Burn Out).
Ahora bien, entendamos que los síntomas y signos psicológicos que habitualmente se atribuyen a un cuadro de stress: altos niveles de ansiedad, irritabilidad elevada, sentimientos de depresión, incapacidad de manejar emociones, apatía, confusión en el pensamiento, no han de ser diferentes a los que el individuo experimentó, en un primer momento, frente a situaciones “stressantes”, y que luego, el mecanismo psicosomático que acabo de describir, se encargó de cristalizar como forma de respuesta permanente frente a dichas situaciones.
Lo que debemos tener en cuenta, en cualquier caso, y como idea principal, es que el área laboral de la vida de una persona, es una de las principales causas de stress, por una diversidad de factores que ella encierra.
Pero además de ello, estos síntomas no son exclusivos del stress, por lo cuál, si estoy frente a un empleado que los padece, tengo que hacer dos cosas:
-realizar un diagnóstico individual de lo que le está sucediendo: su particular constelación de síntomas y factores que lo están causando;
-desestimar la posibilidad de que el stress esté acompañado por otros cuadros psicológicos (por ej. depresión, fobias). En tal caso, indicaremos tratamiento psicológico.
Si además observo que esa persona presenta dificultades para concentrarse en la tarea, desinterés y/o falta de involucramiento personal en ella, tengo otros elementos que se suman a favor de la hipótesis de un cuadro de Stress.
Si finalmente encuentro que hay puntos críticos en él/ella, como por ejemplo, la determinación de metas y objetivos para el futuro, así como el reconocimiento de aspectos de sí mismo, puedo suponer que ello tiene que ver con aspectos confusionales del pensamiento e incapacidad de expresarse claramente, lo cuál, si bien puede obedecer a diferentes cuadros psicopatológicos, también puede ser síntoma de stress.
Mi hipótesis puede finalmente corroborarse si esta misma persona revela, en sus comentarios, dificultades en su vida diaria, para contactarse con los otros, para organizar su tiempo, para priorizar lo que quiere y le interesa hacer, y para decir que NO a cualquier demanda o requerimiento de los otros, (en especial de su ambiente laboral).
¿Cómo trabajo desde el Coaching Ontológico?
En este caso, me interesa vincular las emociones que producirían el stress, con las acciones que son las disparadoras de estas emociones, para así poder intervenir en el circuito acción – emoción – “efecto stress”
El Coaching Ontológico le permite al individuo cuestionarse, desde su particular percepción del mundo, qué acciones habitualmente realiza y/o tiene disponibles para realizar. Y en este punto, cuáles son sus emociones (qué siente) y cuál es su estado de ánimo (emocionalidad permanente). A su vez, le permite cuestionarse qué resultados le aparecen ante estas acciones, y en todo caso reformular esta cadena:
Percepciones – Acción – Resultados.
A partir de aquí, yo puedo, por ejemplo, realizar un ejercicio con la persona consultante, en el que le pido que piense en una emoción que experimenta en forma recurrente, por ej., la ansiedad o irritación, que puede ser representativa, justamente, de un cuadro de stress.
Luego le pido que recuerde , cuáles fueron las acciones, propias o de terceros, en la última semana, que desencadenaron en él/ella, tal emoción de ansiedad o irritación, y qué pasó a partir de allí (cuál fue el resultado de cada una de esas situaciones).
Las acciones que refiera pueden ser varias: el tratar de hacer dos o tres tareas a la vez, exigirse atención a dos personas que le hablan simultáneamente de cosas diferentes, no poder responder ante una agresión externa, no verbalizar su incomodidad ante una discusión o una imposición de terceros, etc. Este ejercicio lo puedo hacer también en parejas: uno puede comentarle al otro sus acciones, y esto enriquece obviamente la percepción general de cada uno.
En este punto, recurro a otro dominio fundamental: la corporalidad. Todo cambio en las emociones genera cambios en el cuerpo. Desde la corporalidad externa (posturas, gestos, esquema corporal), esto se manifiesta en disposiciones que el individuo puede reconstruir a partir de preguntas claves, por ej.:
“¿Cómo siente Ud. la ansiedad en su cuerpo?; ¿Cómo representaría con su cuerpo, el estar ansioso/irritado, etc?”.
Así, cada individuo puede “representar” el cuerpo de la ansiedad (o de cualquier otra emoción), mientras el otro lo observa, y luego le devuelve, “en espejo”, imitándolo, esa representación, inclusive magnificada, de sí mismo. Con lo trabajado hasta aquí, el individuo puede reconocerse, e implementar cambios necesarios, tanto para evitar acciones “generadoras de stress y enfermedad”, como disposiciones corporales que ocasionen dolor, tensión, rigidez, contracción, y sobre todo, percepciones y emociones relacionadas con el malestar.
Esta es una de las tantas técnicas utilizadas en el Módulo de Abordaje de situaciones de Stress y presión laboral, que encontrarás dentro de los Asesoramientos de Coaching individual, con todo su desarrollo temático.
En próximos artículos iremos desplegando otros puntos del mismo, que utilizo, en general, para gente “bombardeada” por la realidad de su trabajo diario.
Lic. Mónica Silvia Reta
Posted on 7 julio, 2011 in ABC Coaching, Coaching Ejecutivo, Coaching Individual
Procesos de Coaching individual para profesionales y ejecutivos, adaptados a la medida de sus tiempos y necesidades.
Breves, orientados a resultados y focalizados en situaciones a resolver.
Múltiples circunstancias pueden llevar a un profesional a requerir la orientación de un Coach. Momentos en los que percibe que necesita un cambio profesional, en su propio perfil y quizás hasta desarrollar otras competencias que le permitan HACER en forma más efectiva en el día a día.
En muchos casos, la necesidad de una nueva búsqueda laboral, ir por nuevos horizontes, crecer y por qué no, plantearse otros desafíos.
No faltarán otras situaciones en que, lo que mueve a pedir ayuda es la situación de crisis y stress a la que sus obligaciones cotidianas lo están llevando.
Necesidad de redefinir formas de trabajo, o también de escucha y contención a la hora de tomar decisiones o definir estrategias …
No hay en definitiva escenarios previstos ni tampoco recetas mágicas para el Coaching, sólo la decisión de quien consulta, de TOMAR POSICIÓN por lo que le sucede y solicitar un proceso de Coaching.
DECLARAR QUIEBRE, ampliar la PERCEPCIÓN de lo que le sucede, cuestionar sus propios JUICIOS en relación a «su realidad», TOMAR POSICIÓN por ellos, hacer DECLARACIONES FUNDAMENTALES para sí mismo y para los otros, generar un PLAN DE ACCIÓN que lo conecte con los RESULTADOS A LOGRAR, son pasos «casi comunes» por los que transita todo aquél que se instala en un proceso de Coaching.
¿Qué espera Ud. para comenzar el suyo?
En próximos artículos:
–Cómo elegir un buen Coach
-Cómo distinguir Coaching de psicoterapia
-Coaching y aprendizaje: claves para transformarse … y no hacer de mi Coaching personal sólo un buen recuerdo!!!
Lic. Mónica Reta