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Tras sufrir un infarto agudo de miocardio, una angina de pecho o cualquier problema de corazón el paciente debe de modificar todas aquellas conductas inadecuadas que se consideren perjudiciales para su salud, y en muchos de los casos, en cierto modo transformar su vida.

El elevado ritmo al que avanza la sociedad implica que cada uno de sus componentes evolucione en consonancia y en una misma dirección.
Los medios de comunicación se han convertido en la actualidad en la principal fuente de información a la que tenemos acceso a nivel mundial. Recibimos multitud de mensajes que en ocasiones carecen de objetividad, se hayan cargados de estereotipos que vamos interiorizando y finalmente, tras un proceso de recepción, los consideramos como nuestras metas a conseguir: una mayor calidad de vida que se obtiene a través de ciertos productos que a nivel social aumentan nuestro estatus y proporcionan sensaciones de confort y bienestar general. Sin embargo podemos resaltar que alcanzarlas puede conllevar una serie de contraindicaciones que, en ocasiones, perjudican a la salud de forma significativa tanto a nivel físico como a nuestra parte más psicológica.

Desde que nacemos, aprendemos habilidades que nos proporcionan los recursos necesarios para introducirnos de forma adecuada en la sociedad. Estudiamos, trabajamos y seguimos una serie de parámetros para lograr un futuro mejor que el que tenemos en el presente, lo que amplia nuestras expectativas y convierte nuestros deseos en necesidades básicas. Con la finalidad de alcanzar estas metas, que generalmente requieren elevados costes económicos, se incrementa el esfuerzo, el estrés y el tiempo que dedicamos al trabajo y esto conlleva que se establezcan y normalicen hábitos poco saludables como fumar, la mala alimentación y el sedentarismo entre otros.

Además de lo biológico o genético, los factores comentados anteriormente son los llamados de riesgo y están relacionados con la aparición y desarrollo de las enfermedades cardiovasculares. Al hablar de características de la personalidad no se puede dejar de hacer mención al patrón de conducta tipo A descrito por Rosenman y Friedman (1957) y que se ha consolidado como un factor de riesgo añadido. Las personas que presentan este estilo de comportamiento tienen 2.5 más de probabilidades de padecer enfermedades como la angina de pecho o el infarto agudo de miocardio. Dentro de este patrón de conducta la hostilidad y la ira se han considerado factores característicos que influyen negativamente en la salud y se asocian a una mayor respuesta fisiológica en situaciones de conflicto y que suponen elevados niveles de estrés. (Smith y Pope,1990; Swan, Carmelli y Rosenman, 1990).

Para reflejar una definición más exhaustiva del patrón de conducta tipo A, Mirta Laham (2007) señala que «en términos generales, el patrón de conducta tipo A es considerado un síndrome de conducta manifiesta o estilo de vida caracterizado por extrema competitividad, motivación de logro, agresividad (algunas veces contenida con esfuerzo), apresuramiento, impaciencia, inquietud, hiper-alerta, expresividad en el habla, tensión en los músculos faciales, sensación de estar bajo presión y el desafío con la responsabilidad. Las personas que tienen este patrón están usualmente entregadas a su vocación o su profesión, mientras que son relativamente descuidados en otros aspectos de su vida».

En España, las enfermedades que afectan al corazón suponen un 40% de las defunciones que existen en la actualidad, convirtiéndose así en una de las principales causas de fallecimiento, especialmente en hombres con edades comprendidas entre los 35 y 75 años. Es por ello por lo que la prevención y el tratamiento adecuado se convierten en factores de gran relevancia.

Tras sufrir un infarto agudo de miocardio, una angina de pecho o cualquier problema de corazón el paciente debe de modificar todas aquellas conductas inadecuadas que se consideren perjudiciales para su salud, y en muchos de los casos, en cierto modo transformar su vida. Es decir, si era una persona con un elevado ritmo de trabajo debería apartarlo por completo, por lo menos durante el tiempo que dure la rehabilitación, si era un individuo más bien sedentario, tras la enfermedad debería de salir a caminar con frecuencia y con una duración determinada; si antes fumaba, bebía o se alimentaba de forma desorganizada, ahora debería de eliminar el consumo de tabaco, ingerir cantidades moderadas de alcohol bajo tratamiento médico y debería además realizar una alimentación cardiosaludable y organizada para tomar los nuevos medicamentos. Por otro lado, el paciente puede presentar dificultades para mantener relaciones sexuales debido al efecto que ejercen algunos de los componentes de los fármacos y/o al desconocimiento que poseen sobre la enfermedad. Esto puede generar inseguridades y temores que, por consiguiente, llegan a limitar la vida de estas personas.

En ocasiones puede suceder que los profesionales de la salud transmitan a los familiares una información acerca de la enfermedad que puede ser percibida como escueta o ininteligible, con exceso de tecnicismos. Cuando esto ocurre, los cuidadores pueden sentirse desorientados sobre cómo deben de actuar para cuidar a su familiar enfermo. Ante esta circunstancia, llena de desconocimientos, tienden a sobrecargarse de funciones para que la persona cuidada no haga esfuerzos «innecesarios». Las inseguridades que poseen al respecto, el cansancio acumulado y cada día más pesado, y el impacto emocional que les causa la vulnerabilidad de su familiar son factores que pueden dificultar la adaptación al nuevo escenario que crea la enfermedad de su ser querido.

A menudo las preocupaciones de los propios cuidadores principales alimentan y refuerzan los temores de los pacientes, lo que genera un círculo que a veces ofrece escasas salidas. Signos como la apatía, la desesperanza, el aislamiento social y familiar, la falta de concentración y la escasa capacidad para controlar los pensamientos, forman los llamados síntomas ansiosos – depresivos, estos aparecen con elevada frecuencia después de sufrir un infarto agudo de miocardio y van desapareciendo durante el transcurso de la rehabilitación del paciente. Del mismo modo estos pueden surgir en los familiares y como sucede a veces se puede manifestar mediante molestias físicas, apareciendo así dolores musculares y en articulaciones, dificultades en el sueño o en la alimentación, etc. Si tenemos en cuenta que la familia se instaura como el centro de apoyo, de cuidados y de atención que facilita la correcta adherencia del paciente al tratamiento médico, no es difícil determinar que un adecuado estado de salud física y psicológica del cuidador principal potenciará el bienestar y la recuperación del paciente. Por tanto la familia es otro punto que debe ser tenido en consideración.

En los casos más extremos, algunas personas pueden llegar a percibir que la sintomatología psicológica se mantiene o se agudiza de forma prolongada en el tiempo, y que impide o dificulta además el ritmo de vida y de las actividades cotidianas. Esto puede ser indicativo de que existe un problema psicológico que puede empeorar si no se trata de manera inmediata y continua por un profesional con el fin de recibir el tratamiento adecuado, para así conseguir un mejor estado de salud.

Aprender a controlar el estrés, además de modificar los hábitos perjudiciales para la salud, es beneficioso para aumentar la calidad de vida y bienestar general. Del mismo modo que aprendemos a responder con estrés ante determinadas situaciones, podemos adquirir otras formas de respuestas que impliquen un menor nivel de activación y aporte soluciones prácticas con un menor coste emocional. Existen diversas prácticas que facilitan el afrontamiento del estrés, entre ellas las más empleadas en pacientes cardiovasculares son las técnicas de relajación, principalmente la relajación muscular progresiva de Jacobson (Jacobson, 1920) cuyo principio fundamental es la reducción de la ansiedad a través de la contracción y relajación de los músculos. Otras empleadas son las técnicas de respiración, que permiten que nuestro cuerpo se oxigene aportando sensaciones agradables que reducen la tensión; y las técnicas de visualización, en las que se emplea la imaginación a través de imágenes positivas que inducen a la relajación. La práctica continuada en un contexto adecuado, principalmente libre de ruidos y cómodo, facilita un mayor control del estado tensional. Este aprendizaje permitirá la generalización de las mismas a otros contextos, es decir; que la persona pueda recurrir a estas técnicas para afrontar adecuadamente las diferentes situaciones estresantes de la vida cotidiana

Como se señalaba al comienzo, los seres humanos, al convivir en sociedad, presentamos una serie de objetivos a largo plazo que pueden requerir elevados esfuerzos que perjudiquen a nuestra salud y bienestar. Estas necesidades, creadas por la sociedad de consumo, tienden a generar una serie de conductas poco adecuadas en las personas que pueden derivar en posibles enfermedades como las cardiovasculares, ya que, como Jordi Soler, jefe del servicio de cardiología del Hospital Vall d´Hebron de Barcelona señalaba: «las enfermedades cardiovasculares son, en el fondo, enfermedades sociales»

 

Algunas recomendaciones útiles para pacientes y familiares:
» Evite el aislamiento social. Disfrutar de un adecuado apoyo social, le ayudará a amortiguar el malestar general que genera esta situación y actuará como soporte afectivo.

» No se es más débil ni menos valiente por mostrar las emociones. Al contrario; es sano y necesario. Expresar la tristeza, la ira o el miedo facilita el proceso hacia la asimilación y la recuperación.

» Aprender a identificar los síntomas adecuadamente le ayudará a reducir el nivel de ansiedad y a actuar de la mejor forma posible.

» No debe exigirse llegar a alcanzar rápidamente el objetivo propuesto si en la actualidad no dispone de las capacidades necesarias para ello. No se frustre por no lograrlo, las metas a corto plazo producen un mayor bienestar y sensación de logro, aumentando así nuestra autoestima.

» Tenga en cuenta que un exceso de estrés mental puede provocar modificaciones en el sistema cardiovascular que como consecuencia conducirá a un nuevo problema de salud.

» Realizar un entrenamiento en técnicas que ayuden a controlar el estrés como por ejemplo las técnicas de relajación, le ayudará a disminuir la tensión física y mental además de facilitarle el afrontamiento de situaciones que le generen estrés.

» No se olvide de que usted también tiene unas necesidades que cubrir, no las desatienda porque a largo plazo pueden producir secuelas físicas o psicológicas.

» Pida a los profesionales relacionados con el área de la salud toda la información que necesite acerca de las enfermedades cardiovasculares. No la busque por sí solo ya que existen ciertas fuentes inexactas que pueden distorsionar la información y crear confusión al receptor.

» Es importante cuidar no sólo a la persona enferma o al cuidador, igual de relevante es cuidar las relaciones existentes en el entorno familiar. Tras un infarto agudo de miocardio el paciente suele mostrarse más sensible e irritable, lo que puede
propiciar situaciones de conflicto.

» El cuidador debe ser consciente de que tras un periodo de rehabilitación, el paciente podrá llevar a cabo una vida con escasas limitaciones físicas. Sobreprotegerlo reforzará el sentimiento de inutilidad de la persona infartada.

» La persona que padece problemas de corazón debe ser reflexivo con su propio estado de salud, aumentar o disminuir la importancia de los síntomas tiene determinados consecuencias. En el primer caso reforzará sus temores y se hará una persona cada vez más dependiente de los demás. Sin embargo, ignorar nuestro estado de salud real, puede ser perjudicial para la recuperación. Recordemos que «En el punto medio se encuentra la virtud».

» Pensar diariamente y de forma recurrente en lo que ha sucedido sólo incrementará los temores y los sentimientos negativos. Es momento de pensar en la recuperación y normalizar la situación.

» El optimismo es la mejor forma de combatir los malos pensamientos.

» Siga todas y cada una de la recomendaciones dadas por su médico y por los profesionales sanitarios. Es fundamental que cumpla con el tratamiento médico de forma adecuada.
Autora: Almudena LLoret