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El STRESS aparece comúnmente definido en los ámbitos científicos como la respuesta física y emocional que ocurre en un individuo, cuando éste se ve desbordado por múltiples demandas a las que no puede responder desde sus capacidades y recursos propios.
Exigencias laborales, conflictos de índole familiar, exceso de responsabilidades de todo tipo, falta de tiempos de descanso adecuados, de esparcimiento y de ocio. Estos pueden ser algunos de los tantos responsables del «stress moderno»

Existe una crucial diferencia entre las funciones cerebrales que se activan cuando cualquier desafío moviliza y motiva a la persona (“stress bueno”), y las que lo hacen cuando lo que ella percibe son situaciones que la amenazan, abruman y hasta paralizan o desmoralizan (“stress malo”).
Los elementos químicos cerebrales que generan entusiasmo frente a un desafío, entran en funcionamiento cuando nuestro nivel de energía es alto, nuestro esfuerzo máximo y nuestro humor positivo. Se denominan catecolaminas y dependen de la activación del sistema nervioso simpático y las suprarrenales.
Pero una vez que el cerebro asume la posición de emergencia, comienza a bombear cortisol; sin embargo trabajamos mejor a un nivel más bajo de excitación cerebral, cuando sólo participa el sistema de catecolaminas. Y para elevar el cortisol, tampoco es necesario llegar a la situación de quedar desempleado, o a una crisis terminal de agotamiento; bastan para ello el aburrimiento, la frustración, la impaciencia y hasta el cansancio.

Por tanto, el eustress (“stress bueno”) hace referencia a la presión que nos incita a la acción. Los elementos bioquímicos que se activan, incitan al cerebro a mantenerse atento e interesado y lo energizan para un esfuerzo sostenido.
Un estudio de origen alemán, citado por D. Goleman en su libro “La inteligencia emocional en la empresa” muestra esta relación entre la motivación y la química del eustress: “… Se asignó a un grupo de voluntarios una tarea mental difícil: debían resolver 120 problemas aritméticos en un período cada vez más breve, hasta que se equivocaran una de cada cuatro veces. Cuando se les verificaban las respuestas, si eran ciertas, recibían una recompensa en efectivo, si estaban equivocados, se los penalizaba con la misma suma.
Los voluntarios que tenían más esperanzas de éxito, eran los más capaces de mantener esa movilización en un nivel que produjera mayormente catecolaminas. Pero quienes actuaban motivados por el miedo, se llenaban de cortisol.
Esto resultó tener un efecto autorreforzante. Los que tenían bajo nivel de cortisol podían pensar bien y prestar atención durante la prueba, se mantenían alertas, serenos y productivos. El efecto sobre el desempeño fue dramático: ganaron más del doble de sus colegas”…

Podemos concluir aquí que el stress puede definirse como un fenómeno psicosomático, en el cuál, una emoción desencadena efectos fisiológicos, que a su vez predisponen para cierto tipo de emociones y las conductas que se derivan de ellas. Las transformaciones que tienen lugar entre la mente y el cuerpo se denominan transducciones.
En el stress vernacular, la energía de la emoción, por ejemplo, del enojo, se transduce en la energía de la contracción del miocardio (aumenta el ritmo cardíaco) y de la producción de mensajeros químicos como la adrenalina y la noradrenalina …”

La conclusión a la que podemos arribar aquí, sobre todo tomando los comentarios de Goleman, más arriba, es que, en el caso de las emociones positivas, el proceso psicosomático potenciaría los efectos positivos en las conductas finales (entusiasmo, productividad), mientras que en las negativas, ocurriría a la inversa. Quizás el efecto final de todo este proceso, en el “stress malo”, sea la enfermedad orgánica, que se cita en distintos lugares como las manifestaciones del cuadro de Stress en su estadio final (Burn Out).

Ahora bien, entendamos que los síntomas y signos psicológicos que habitualmente se atribuyen a un cuadro de stress: altos niveles de ansiedad, irritabilidad elevada, sentimientos de depresión, incapacidad de manejar emociones, apatía, confusión en el pensamiento, no han de ser diferentes a los que el individuo experimentó, en un primer momento, frente a situaciones “stressantes”, y que luego, el mecanismo psicosomático que acabo de describir, se encargó de cristalizar como forma de respuesta permanente frente a dichas situaciones.

Lo que debemos tener en cuenta, en cualquier caso, y como idea principal, es que el área laboral de la vida de una persona, es una de las principales causas de stress, por una diversidad de factores que ella encierra.
Pero además de ello, estos síntomas no son exclusivos del stress, por lo cuál, si estoy frente a un empleado que los padece, tengo que hacer dos cosas:
-realizar un diagnóstico individual de lo que le está sucediendo: su particular constelación de síntomas y factores que lo están causando;

-desestimar la posibilidad de que el stress esté acompañado por otros cuadros psicológicos (por ej. depresión, fobias). En tal caso, indicaremos tratamiento psicológico.

Si además observo que esa persona presenta dificultades para concentrarse en la tarea, desinterés y/o falta de involucramiento personal en ella, tengo otros elementos que se suman a favor de la hipótesis de un cuadro de Stress.

Si finalmente encuentro que hay puntos críticos en él/ella, como por ejemplo, la determinación de metas y objetivos para el futuro, así como el reconocimiento de aspectos de sí mismo, puedo suponer que ello tiene que ver con aspectos confusionales del pensamiento e incapacidad de expresarse claramente, lo cuál, si bien puede obedecer a diferentes cuadros psicopatológicos, también puede ser síntoma de stress.

Mi hipótesis puede finalmente corroborarse si esta misma persona revela, en sus comentarios, dificultades en su vida diaria, para contactarse con los otros, para organizar su tiempo, para priorizar lo que quiere y le interesa hacer, y para decir que NO a cualquier demanda o requerimiento de los otros, (en especial de su ambiente laboral).

¿Cómo trabajo desde el Coaching Ontológico?

En este caso, me interesa vincular las emociones que producirían el stress, con las acciones que son las disparadoras de estas emociones, para así poder intervenir en el circuito acción –  emoción –  “efecto stress”

El Coaching Ontológico le permite al individuo cuestionarse, desde su particular percepción del mundo, qué acciones habitualmente realiza y/o tiene disponibles para realizar. Y en este punto, cuáles son sus emociones (qué siente) y cuál es su estado de ánimo (emocionalidad permanente). A su vez, le permite cuestionarse qué resultados le aparecen ante estas acciones, y en todo caso reformular esta cadena:
Percepciones   –     Acción    –    Resultados.
A partir de aquí, yo puedo, por ejemplo, realizar un ejercicio con la persona consultante, en el que le pido que piense en una emoción que experimenta en forma recurrente, por ej., la ansiedad o irritación, que puede ser representativa, justamente, de un cuadro de stress.
Luego le pido que recuerde , cuáles fueron las acciones, propias o de terceros, en la última semana, que desencadenaron en él/ella, tal emoción de ansiedad o irritación, y qué pasó a partir de allí (cuál fue el resultado de cada una de esas situaciones).
Las acciones que refiera pueden ser varias: el tratar de hacer dos o tres tareas a la vez, exigirse atención a dos personas que le hablan simultáneamente de cosas diferentes, no poder responder ante una agresión externa, no verbalizar su incomodidad ante una discusión o una imposición de terceros, etc. Este ejercicio lo puedo hacer también en parejas: uno puede comentarle al otro sus acciones, y esto enriquece obviamente la percepción general de cada uno.

En este punto, recurro a otro dominio fundamental: la corporalidad. Todo cambio en las emociones genera cambios en el cuerpo. Desde la corporalidad externa (posturas, gestos, esquema corporal), esto se manifiesta en disposiciones que el individuo puede reconstruir a partir de preguntas claves, por ej.:

“¿Cómo siente Ud. la ansiedad en su cuerpo?; ¿Cómo representaría con su cuerpo, el estar ansioso/irritado, etc?”.

Así, cada individuo puede “representar” el cuerpo de la ansiedad (o de cualquier otra emoción), mientras el otro lo observa, y luego le devuelve, “en espejo”, imitándolo, esa representación, inclusive magnificada, de sí mismo. Con lo trabajado hasta aquí, el individuo puede reconocerse, e implementar cambios necesarios, tanto para evitar acciones “generadoras de stress y enfermedad”, como disposiciones corporales que ocasionen dolor, tensión, rigidez, contracción, y sobre todo, percepciones y emociones relacionadas con el malestar.
Esta es una de las tantas técnicas utilizadas en el Módulo de Abordaje de situaciones de Stress y presión laboral, que encontrarás dentro de los Asesoramientos de Coaching individual, con todo su desarrollo temático.

En próximos artículos iremos desplegando otros puntos del mismo, que utilizo, en general, para gente “bombardeada” por la realidad de su trabajo diario.
Lic. Mónica Silvia Reta